1.- La película no estaría basada en la novela homónima de Arthur Clarke. Esta última fue escrita en paralelo al filme y, de hecho, publicada después del estreno. Kubrick habría rescatado El centinela (1948) de Clarke para la adaptación.
2.- El monolito no era originalmente una loza negra vertical, sino que una estructura translúcida piramidal. Esta última forma pertenece al relato El centinela. La forma negra aparece en la novela de Clarke, y se sitúa en la Luna. Este sería el monolito definitivo de la película. En cambio, la forma translúcida de El centinela solo vuelve a replicarse en la novela cuando se aparece frente a los homínidos.
3.- Las razones de la actiud destructiva de HAL 9000 son diferentes en la novela. En la película, el superordenador pierde los estribos y sabotea la misión, pero se apela a una suerte de "instinto humano" ingente que comienza a aflorar, convirtiéndose así en el primer asesino informático de la historia (del cine). En la novela, en cambio, el colapso de Hal se debe a una paradoja informativa: ha sido programado para comandar un viaje a Júpiter, por lo que no puede revelar el objetivo de la misión a ninguno de los pasajeros humanos. Sin embargo, tampoco les puede mentir, por lo que cae en la entropía y comienza a matar descontroladamente, perdiendo su programación inicial. Kubrick era más nihilista en este sentido respecto al futuro de la inteligencia artificial. Clarke, más optimista, al explicar el caos solo bajo un error de ingeniería y no una naturaleza.
4.- El paisaje del capítulo inicial El amanecer del hombre tuvo lugar en Namibia, África, en el parque de Spitzkoppe. Pero solo el paisaje, porque la escena de los homínidos nunca fue ahí, sino que en en un estudio de la Metro Goldwin Mayer, Inglaterra. De hecho, Kubrick nunca llegó a pisar Namibia. Toda la escena del encuentro del monolito con los primates, con la música de Strauss sonando de fondo, no fue más que una proyección, una ópera virtual.
5.- La filosofía de Nietzsche es gravitante a lo largo de toda la película. Así lo quiso Kubrick al incluir la obra musical “Así habló Zaratustra” de Richard Strauss, inspirada en el legendario libro homónimo del filósofo alemán. De hecho, el “Niño de las Estrellas” que aparece luego del viaje espacial psicodélico experimentado por Bowman, hacia el final de la película, podría ser interpretado como la metáfora del niño, la tercera y última transformación del espíritu humano, una nueva etapa de creación pura y afirmación de la vida. En definitiva, sería la personificación del “Superhombre” que abraza el eterno retorno y supera a la vieja humanidad a través de la transmutación de todos los valores pasados.
¿Sería propiamente aquel “Niño de las Estrellas” un ser posthumano? Queda a criterio del espectador. El genio de Kubrick se propuso que cada espectador experimentara su propia odisea hacia la evolución humana.
6.- Según Arthur Clarke, en su novela 2001, los monolitos eran artefactos utilizados por los alienígenas para gatillar saltos evolutivos en otras especies, como la nuestra. Ahora bien, podrían haber sido sencillamente un recurso fílmico que Kubrick explotó para simbolizar un estadio clave, pero el propio Kubrick sostuvo, tiempo después, en una entrevista del año 1969, que “el concepto de Dios está en el corazón de la película”, por lo que “todos los atributos esenciales de tales inteligencias extraterrestres son los atributos que le damos a Dios”.
La cuestión era bien simple: Clarke explicaba lo que Kubrick solo mostraba. A Clarke le interesaba la narración. A Kubrick, únicamente, la poesía, la evocación.