sábado, 8 de octubre de 2022

Palabra contra palabra

Palabra contra palabra, los sentimientos colisionan

Traición sobre traición, los rostros se desdibujan

Y las máscaras recrean un horror impenetrable.

Actuamos sobre seguro, confiando en nuestras más ciegas disposiciones

Declarando con el corazón en la mano una sentencia desafiante

Y lo dejamos todo mintiéndonos a nosotros mismos

Para salvaguardar una promesa aterciopelada,

un significado incubado en el extremo de nuestra complicidad

y el precio siempre fue la libertad, y el costo fue siempre la soledad

ahora volvemos al origen del puente que pretendimos construir

tabla sobre tabla mientras ese paso tendido al otro

retrocedía en contra, con cada desencuentro, con cada malentendido

con cada silencio impotente, rumiando sobre el resentimiento y la desesperación

que no fueron sino otra forma de definir

la abrupta falta de sintonía de nuestros lenguajes

y el choque meteórico, deletéreo, de nuestros mundos.

“Hablan de una institución fallida, de un error. Para mí no es eso. (La Convención) fue una institución que más que política, fue una experiencia literaria y, por ende, merece ser analizada como un Macondo.

(...)

-Ese conjunto de 8,9 cuadras en torno al Congreso es un hervidero de todos los delitos posibles. Y ahí, al medio de todo esto, este grupo de pseudointelectuales pensando el futuro, en la salvación humana. Un desbalance muy propio de esta experiencia de telerrealidad, muy de la política en el realismo mágico. En Macondo nunca funciona la elección". 

 Renato Garín.


La lucha contra el TPP11, la lucha contraintuitiva ¿hacia una posible cohesión nacional?

¿Cómo es posible que sectores de izquierda anárquica, marxista, libertarios, patriotas y nacionalistas confluyan, mayoritariamente, en su crítica acérrima al TPP11? Simple. La facción de izquierda que va en contra del gobierno por suscribir el tratado ve en él otro de los tratados comerciales que supeditará al “pueblo” a las políticas del imperialismo, que favorecerá a los grandes consorcios transnacionales y pondrá obstáculos a las empresas públicas frente a los monopolios de las empresas privadas. Su lucha es contra el libre mercado en su totalidad, como forma económica antitética a la concepción marxista.

Por su parte, la facción de libertarios (no todos) cuestionan este tratado no por su carácter de libre mercado, inherente a su postura económica; lo hacen porque el TPP11 funciona más bien como un acuerdo corporativista entre las grandes empresas y el Estado, lo cual entraría en conflicto con las pequeñas y medianas empresas locales, al verse perjudicadas por los excesivos impuestos y decrecientes rentas, en medio de un panorama económico incierto.

En tanto, los patriotas, soberanistas y nacionalistas rechazan el tratado, sencillamente, porque firmarlo supondría un ataque a la soberanía política y económica del país, en aras de ceder el poder de decisión comercial a entidades corporativas extranjeras.

Lo que diferencia, sin embargo, a estas últimas dos facciones de la primera, es que ellos coinciden, de alguna forma, en que este tratado busca afianzar y terminar de entrelazar el plan económico y geopolítico de la agenda 2030 de Naciones Unidas a nivel empresarial en Chile, mediante la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Básicamente, se trata de meter con fórceps la agenda del progresismo deconstructivo, de forma vertical, en las grandes empresas, impactando de lleno en el sector productivo.

Esta agenda, de la mano con el tratado TPP11, se propone implementar medidas, reglamentos e imposiciones totalitarias para toda la estructura organizativa de dichas empresas, mermando su autonomía y capacidad de acción, y supeditándolas a los lineamientos emanados por la corporatocracia globalista, para la cual toda soberanía y autodeterminación de las naciones y los pueblos es mera herramienta de control y dominación.

Ante este único enemigo común ¿cómo conseguir, entonces, un bloque de lucha cohesivo, más allá de las diferencias ideológicas entre estos sectores? Por lo pronto, no es posible, por la sencilla razón de que cada sector (aún bajo la vieja lógica izquierda-derecha) está demasiado enfrascado en sus disputas intestinas y en sus antagonismos, repletos de carga histórica, y en una coyuntura política sumamente radicalizada, producto de los distintos eventos que han ocurrido de un tiempo a esta parte, a contar del 18 de octubre y que se vienen gestando desde mucho antes (período Concertación), debido a la acumulación de roces, de fisuras y cuentas pendientes.

Aun así, la sola idea de que ciertas facciones irreconciliables puedan llegar a unirse por una causa mayor, nos permite visualizar, al menos de manera hipotética, un escenario político muy distinto, similar a la proyección utópica en un mundo que se acerca precipitadamente a la distopía global, con una guerra inminente como caída de telón. Pese a la realpolitik, hay que tratar de apuntar a las causas que produzcan algún grado de cohesión nacional, por mínimo que sea, o que reestablezcan el tejido social del ethos chileno. Por más que lo intenten, los arcontes de la gran política no pueden seguir dividiendo totalmente a la población, hasta que la consciencia pueda surgir, indivisible, insobornable.

Chile Caos

“Sugiero no tener miedo a la palabra caos. En su significado más primigenio, tiene que ver con lo impredecible. En su acepción más tardía, se refiere al desorden y la confusión. Cuando me refiero a tardío, hablo de unos dos mil años, al empleo que hizo de ella Ovidio en las Metamorfosis, cuando dijo que en el origen del mundo, en un principio, antes de que existiera el mar, la tierra y el cielo, todo era una masa uniforme. El rostro de la naturaleza en todo el orbe era uno solo, al que llamaron caos, o sea, una ruda y desordenada mole. Después vendría la separación y el orden, en agua, tierra y cielo. En un significado u otro, el de impredecible o el de desorden, dado por la falta de forma, para los que vivimos en estos tiempos, la palabra caos está bien, es sensata usarla, porque no basta con la información, no basta con la perspicacia, no basta con los conocimientos históricos para siquiera percibir lo que se viene para Chile. Vivimos en una dimensión de lo impredecible y también vivimos en tiempos de desorden, en los que casi todo es temporal y poco lo inmanente, las normas poco existen por poco ser respetadas, y es posible que todo lo que es, en poco tiempo, ya no lo sea. Vivimos en el caos. No sabemos cuáles son las convicciones reales de quienes nos gobiernan, no sabemos las convicciones sinceras de quienes proclaman ser de oposición”. Caos, comentario de Tomás Mosciatti en la Bío Bío.
Estamos llegando peligrosamente a la época en la que tener pensamiento propio será visto como un acto inmoral, y en la que, como decía Chesterton, "será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde”. Cada uno puede contribuir a evitarlo.