domingo, 28 de abril de 2019

Cuando a un cabro de San Felipe, el día viernes, le pedí algún ejemplo de acto de habla asertivo, este, en su lugar, dio una opinión sobre la PSU. Servía, en todo caso, de pretexto para diferenciar la delgada línea entre hecho y opinión. Ante la mirada expectante del resto de sus compañeros, entonces, el cabro se dignó a dar su opinión personal sobre la prueba, y dijo, fuerte y claro: "Creo que la PSU no debería existir". Los pocos compañeros que, a esas alturas de la tarde, se encontraban en la sala, lo miraron con una mirada cómplice. Pasivamente, estaban de acuerdo. Aunque quizá demasiado chatos para apañar con entusiasmo, (ni siquiera esperaban que su profesor se escandalizara). Una chica al lado del cabro, de hecho, asentía sus dichos, con un gesto corto en su rostro. "No ven, jóvenes, su compañero acaba de realizar un acto de habla expresivo", dije, señalando levemente a la pizarra, directo a las siglas de la susodicha prueba. "La PSU no debería existir. Y debería existir otro método de ingreso", agregaba la chica de hace un momento, esta vez con un gesto, a todas luces, decidido. La existencia de la PSU había condicionado nuestra situación en la sala de clases, pero, bajo la fuerza de la expresión de los cabros, esta no tendría otra razón de ser que su exclusividad. Estábamos ahí a propósito de esta, y su cuestionamiento orgánico solo podía ser posible en el contexto de una clase de preuniversitario. Paradójico pero estimulante.