miércoles, 28 de diciembre de 2016

La devoción férrea por el trabajo tiene en realidad un origen religioso. De acuerdo a Max Weber dataría del calvinismo, que planteaba que la salvación del individuo venía predestinada por mandato divino, pero como era imposible saberlo, solo restaba el trabajo duro y la necesidad de éxito como garantía. Nuestros padres nos han inculcado esta necesidad, con la mejor de las intenciones, pero inconcientemente, desconociendo su raíz eminentemente protestante. Por eso entiendo a los que se enorgullecen de su trabajo duro solo bajo la óptica de su creencia particular. No los culpo. Solo molestan cuando tratan de enarbolar el trabajo por el trabajo como regla universal. Para los que no creen en esa vieja concepción calvinista solo les resta el ocio a lo griego. No el ocio malentendido como antónimo de diligencia (virtud cristiana) sino que el ocio como el tiempo libre reservado a las cosas del espíritu. O, por lo menos, a las cosas gratuitas, libres de contrato laboral.

Vera Rubin y la materia oscura

Para rematar el año fatídico, también ha muerto la astrónoma descubridora de la materia oscura, Vera Rubin. Se dice que la materia oscura como concepto astrofísico conforma casi una cuarta parte del universo. De acuerdo a Rubin, entonces, todo cuanto rodea el cosmos se hallaría movido por esa energía oscura. La sola inestabilidad en el movimiento de las galaxias confirmaría su hipótesis. Lo que llevó a pensar que las leyes de Newton tenían también su margen de entropía. La muerte de Rubin y la existencia de la materia oscura nos recuerdan que el conocimiento científico se alimenta precisamente del error. Que no existe una verdad irrefutable, sino que una cadena de yerros y de aciertos.

Corolario científico: La materia oscura es lo que conforma e impulsa al universo. La muerte de la astrónoma formaría también parte de su propia hipótesis.