La metáfora del Estado como un Leviatán, para el pensamiento de Thomas Hobbes, representa un poder absoluto que se impone sobre el conjunto de la sociedad con el fin de mantener un determinado orden político. El hombre en su estado natural sería, bajo esta visión, nada más que “un lobo para el hombre”. Ahora bien, la metáfora original tiene un marcado carácter monstruoso. El Leviatán bíblico era, de hecho, una fuerza de la naturaleza, poderosa e indomable. El alcance del Leviatán, hoy por hoy, podría extenderse no solo al Estado, sino que a grupos criminales como las mafias y a corporaciones transnacionales que, de hecho, arrasan con las soberanías de las naciones e influyen poderosamente en las condiciones de vida de los ciudadanos, sin un contrapeso real. ¿Es posible pensar todavía en un Estado absoluto frente a entidades que ejercen un poder más influyente? Esta idea tampoco contempla la posibilidad de que, en muchos contextos, el Estado mismo sea corruptible. La historia tiene ejemplos de sobra, al respecto. El gran problema con ese pensamiento del Estado, desde la mirada de Hobbes, sigue siendo el de la legitimidad popular y la falta de pluralismo social, en el contexto de un mundo cada vez más globalizado.
Por otra parte, en el texto de Lesly Llatas Ramírez, “Noción de Estado y los Derechos Fundamentales en los tipos de Estado”, se realiza una definición de Estado según los parámetros contemporáneos. Se puede destacar la idea de Estado como una sociedad política autónoma organizada para estructurar la convivencia de las personas, de acuerdo a ciertas normas constitucionales. Además, para la autora, el Estado siempre posee una concepción ideológica que lo respalda. Este es el punto que resulta problemático, ya que esa concepción, muchas veces, no responde a los intereses de la ciudadanía. Estas desavenencias entre el Estado y la ciudadanía son las que provocan, luego, la falta de representatividad del sistema político de la nación. La falta de respuesta estatal frente a situaciones que ponen en peligro a la sociedad, es entendida como ineficiencia y, en el peor de los casos, complicidad y corrupción. Hay casos vigentes en los que el Estado soberano choca con el derecho internacional, al cual debiera estar subordinado. Es cosa de remitirse a ciertos regímenes autoritarios y al intervencionismo extranjero de algunas potencias mundiales.
Frente a un escenario sociopolítico tan complejo como el del mundo actual, las nociones de Estado, de Estado de derecho y de Estado nación entran en un conflicto importante, desdibujando sus principios elementales. Entonces, es cuando conviene examinar la realidad circundante, realizar un diagnóstico profundo de la situación país, repasar aquellos conceptos políticos que se daban por hechos y proponer una nueva manera de articularlos. El gran desafío que afronta nuestra nación, en particular, sigue siendo el de la crisis del Estado chileno, como hubiera pensado el historiador Mario Góngora, en circunstancias de que nuestra propia nación fue “pensada y creada por el Estado”. La autora Lesly Llatas habla desde la realidad peruana, y señala que es necesario “imaginar el país que queremos” y que se precisa “discutir ideas para avanzar y dejar atrás la desesperanza que parece dominarnos”. Surgen así un par de preguntas que pueden servir de punto de partida para repensar nuestra propia realidad: ¿Cuál es el modelo de sociedad que queremos construir, de cara al futuro, en pleno siglo XXI? ¿Y qué clase de Estado es el que de verdad necesitamos para garantizar la realización de un proyecto país, que no sea solo un montón de promesas sobre una hoja en blanco ni otra tentativa populista más, condenada al olvido de la historia?