sábado, 17 de mayo de 2025

"Todo escritor es un Dios avergonzado. Todos terminamos escupiendo el barro de Adán y llorando a Eva en la página que quemamos"


"El infierno de lo visible es peor que el purgatorio de lo oculto. En las sombras, todos los textos son perfectos"
— adaptado de Edmond Jabès.

Reflexión crítica sobre el Estado Leviatán y la Noción de Estado

La metáfora del Estado como un Leviatán, para el pensamiento de Thomas Hobbes, representa un poder absoluto que se impone sobre el conjunto de la sociedad con el fin de mantener un determinado orden político. El hombre en su estado natural sería, bajo esta visión, nada más que “un lobo para el hombre”. Ahora bien, la metáfora original tiene un marcado carácter monstruoso. El Leviatán bíblico era, de hecho, una fuerza de la naturaleza, poderosa e indomable. El alcance del Leviatán, hoy por hoy, podría extenderse no solo al Estado, sino que a grupos criminales como las mafias y a corporaciones transnacionales que, de hecho, arrasan con las soberanías de las naciones e influyen poderosamente en las condiciones de vida de los ciudadanos, sin un contrapeso real. ¿Es posible pensar todavía en un Estado absoluto frente a entidades que ejercen un poder más influyente? Esta idea tampoco contempla la posibilidad de que, en muchos contextos, el Estado mismo sea corruptible. La historia tiene ejemplos de sobra, al respecto. El gran problema con ese pensamiento del Estado, desde la mirada de Hobbes, sigue siendo el de la legitimidad popular y la falta de pluralismo social, en el contexto de un mundo cada vez más globalizado.

Por otra parte, en el texto de Lesly Llatas Ramírez, “Noción de Estado y los Derechos Fundamentales en los tipos de Estado”, se realiza una definición de Estado según los parámetros contemporáneos. Se puede destacar la idea de Estado como una sociedad política autónoma organizada para estructurar la convivencia de las personas, de acuerdo a ciertas normas constitucionales. Además, para la autora, el Estado siempre posee una concepción ideológica que lo respalda. Este es el punto que resulta problemático, ya que esa concepción, muchas veces, no responde a los intereses de la ciudadanía. Estas desavenencias entre el Estado y la ciudadanía son las que provocan, luego, la falta de representatividad del sistema político de la nación. La falta de respuesta estatal frente a situaciones que ponen en peligro a la sociedad, es entendida como ineficiencia y, en el peor de los casos, complicidad y corrupción. Hay casos vigentes en los que el Estado soberano choca con el derecho internacional, al cual debiera estar subordinado. Es cosa de remitirse a ciertos regímenes autoritarios y al intervencionismo extranjero de algunas potencias mundiales.

Frente a un escenario sociopolítico tan complejo como el del mundo actual, las nociones de Estado, de Estado de derecho y de Estado nación entran en un conflicto importante, desdibujando sus principios elementales. Entonces, es cuando conviene examinar la realidad circundante, realizar un diagnóstico profundo de la situación país, repasar aquellos conceptos políticos que se daban por hechos y proponer una nueva manera de articularlos. El gran desafío que afronta nuestra nación, en particular, sigue siendo el de la crisis del Estado chileno, como hubiera pensado el historiador Mario Góngora, en circunstancias de que nuestra propia nación fue “pensada y creada por el Estado”. La autora Lesly Llatas habla desde la realidad peruana, y señala que es necesario “imaginar el país que queremos” y que se precisa “discutir ideas para avanzar y dejar atrás la desesperanza que parece dominarnos”. Surgen así un par de preguntas que pueden servir de punto de partida para repensar nuestra propia realidad: ¿Cuál es el modelo de sociedad que queremos construir, de cara al futuro, en pleno siglo XXI? ¿Y qué clase de Estado es el que de verdad necesitamos para garantizar la realización de un proyecto país, que no sea solo un montón de promesas sobre una hoja en blanco ni otra tentativa populista más, condenada al olvido de la historia?

El descenso enfermizo a la tumba

“El punk no está muerto, pero huele raro” Jello Biafra

Se quedó mirando los barrotes. Lucían tan herméticos como el féretro de aquel cementerio. Pensó en el motivo que lo había llevado a aquel velorio, el siempre estridente motivo de la muerte. Mientras más pensaba en ella, sentía que algo en su mente no terminaba de rimar. Sentía que su cerebro se descomponía en cuanto recordó un cúmulo de osamentas perdidas, una Báltica tibia, a medio tomar, un montón de orina y de mierda arriba de un escenario maltrecho, con parlantes saturados de rabia. Ya no sabía distinguir si la calavera que aparecía en sus sueños era la de Misfits o la del monólogo de Hamlet.

De pronto, todo el calabozo se vino a negro. Reinó el silencio. Ante su conciencia, emergió la figura de GG Allin. Lo quedó mirando estupefacto, acaso sin comprender lo que estaba ocurriendo. –Te falta mucho, cabrito. ¡Con el punk no se juega!”-, exclamó, en buen chileno, la voz de GG Allin, con una mirada amenazante y un rostro carcomido por los gusanos. Cuando intentó acercarse a la figura de su ídolo, una bruma cubrió sus ojos. Volvieron los pasos y los sonidos de fierro. La imagen de la muerte se le hizo más parecida a un punketa en pelota invocando la distorsión que a un esqueleto sepultado con flores y abono para el camposanto.

Había algo en la idea de la pudrición que lo empujó, aquella vez, fuera de la misa solemne, rumbo al patio de los mausoleos y los sepulcros. Quería creer que en ese reinado de silencio su ruido interno podría salir explotado y reventar los tímpanos de sus enemigos. Imaginó una tocata noise en medio de los espíritus. Una tocata distorsionada como las de antaño. Imaginó que los muertos en su mente lo harían pedazos en un mosh brutal, así que se apresuró a agarrar ese skate, acompañado de su testigo fantasma, y dio un salto que cruzó por completo la lápida de un antiguo presidente socialista. Su salto fue tan intrépido que dibujó en el aire mortuorio una estela de fuego. Tomó su skate y corrió luego hacia una tumba abierta que había allí, como esperándole ser enterrado. Se arrojó en ella de manera furtiva, como si se hubiese arrojado al público en medio de una noche hardcore. Allí se quedó tendido hasta que, para sorpresa de todos los presentes, agarró un cráneo, lo miró fijo y se grabó cantando una extraña canción visceral, una canción disonante, nauseabunda, solo reproducible más allá de la materia.