viernes, 12 de enero de 2018

A pocos días de la venida del Papa a Chile, medios afirman que más de un cincuenta por ciento de la población (cifra estimativa) rechaza su llegada y además rechaza el hecho de que esta sea financiada por el Estado. En este contexto general de animadversión, se informaba sobre ataques en diferentes parroquias de Santiago, realizadas por algunos desconocidos disidentes. Algunas de las consignas encontradas luego de los ataques fueron las siguientes: "Las próximas bombas serán en tu sotana", "La plata del fisco, se la lleva Francisco, y otra asociada a la causa mapuche, "Démosle juntos al poder cuando llegue el Papa". Al leer las consignas fue inevitable no pensar en dos anécdotas relacionadas con lo anti eclesiástico. La primera, clásica, sobre la frase "la única iglesia que ilumina es la que arde", que la habría dicho el anarquista ruso Kropotkin, y habría sido citada en ocasiones por otro anarquista, Buenaventura Durruti. El acto de atacar iglesias sería un acto contra su institucionalidad. La segunda anécdota, más contemporánea, tiene que ver con las prácticas de algunos black metaleros de Noruega, entre ellos, sin duda, el más icónico: Varg Vikernes, quien habría sido acusado por atentar contra algunas iglesias nórdicas. Los ataques no habrían sido aleatorios, sino que habrían formado parte de uno de los proyectos de la llamada Inner Circle, una organización derechamente anti cristiana que estaba conformada por algunas personalidades del movimiento del Black Metal en Noruega, las cuales pretendían de verdad erradicar el cristianismo de su tierra y volver a las raíces paganas. Aquí, el acto de atacar iglesias sería ante todo un acto no solo contra el poder de su institución sino que contra su constructo metafísico, contra la religión misma. Es preciso distinguir entre aquellos dos actos de repulsa, con el mismo blanco pero con distinto propósito. El rechazo casi unánime y los incidentes aparentemente aislados en Chile -con sus diversas causas, socialistas, mapuches, anti sistema, etc- solo son síntomas de algo mayor, tal vez síntomas evidentes de la decadencia ideológica de la Iglesia y todo lo que ella representa. Crónica de una muerte anunciada. Escombros de una cosmovisión que aún sostiene su estructura pero ya no aguanta la fatiga de material y observa cómo sus relieves van cediendo y cayéndose a pedazos.