martes, 6 de abril de 2021

Hoy, un profesor fue detenido por la PDI, acusado de ser el "cerebro" de una banda criminal que clonaba vehículos y falsificaba licencias. Según consta, habría hecho clases de robótica en un colegio de la zona sur de la capital. Incluso, había sido premiado en la feria Open Science de invención de productos científicos, luego de crear una impresora 3D Kreabot V4R. Actualmente, investigan si su curriculum es auténtico o es tan apócrifo como los documentos que falsificó para llevar a cabo su plan. Al ser apodado como “el profesor”, recuerda inmediatamente al líder de La Casa de papel, quien organizó un atraco a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre de Madrid para imprimir 2400 millones de euros. O mejor aún, guarda una peligrosa semejanza con su colega, el profesor de química Walter White de Breaking Bad, quien descubrió el mundo de la drogas y poco a poco fue construyendo el imperio de la metanfetamina, llegando al punto de crearse un alter ego, Heisenberg, el capo del “cristal azul”. Nuestro profesor de robótica, en todo caso, simpatizaría mucho más con un Walter White que con un Sergio Marquina, puesto que se puede intuir en él aquel quiebre, aquel conflicto ético que acaba finalmente “volviéndolo malo”. La prensa, junto a la teleaudiencia, se preguntan de inmediato cómo es posible que un profesor, un educador, supuestamente, un símbolo de rectitud, pueda traicionar sus principios y sus valores para incurrir en actos contrarios a la ley. Sin embargo, hay unas preguntas todavía más inquietantes, que son las mismas preguntas de Breaking Bad: ¿El poder se posee o te posee? ¿Existe acaso en la voluntad del poder una voluntad de disociación? ¿El precio del poder siempre será el de la desintegración moral del individuo? Sería revelador saber si Patricio Sepúlveda vio alguna vez la serie, se inspiró realmente en su protagonista o solo se trata de una comparación demasiado ambiciosa, un eco ficcional en la caótica contingencia.