sábado, 28 de marzo de 2015

El demonio y la conciencia

Sobre la palabra "demonio". De acuerdo a Hesíodo se refería a una entidad semi divina que servía de intermediaria entre ambos mundos, un guardián que velaba por el destino de los hombres hacia un puerto pleno de fortuna o de revelación. De todas formas, independiente de la suerte, el daimon era el guía de la posteridad de los mortales. Luego con Sócrates adquiere un carácter tempranamente psicológico: el demonio era aquella voz interior que nos disuade o nos inspira a acometer tal o cual acción, de acuerdo al criterio de la virtud. Si lo analizase Freud sería un fenómeno a medio camino entre el yo y el ello. Si fuese Jung sería algo así como la encarnación de un arquetipo guardián o una sombra de la personalidad.

Demonio y ética eran palabras idénticas. El daimon era aquella entidad metafísica y luego psíquica, y el ethos la morada, no solo el espacio físico, sino que el conjunto de las relaciones humanas y el mundo que las contienen y las hace posibles. ¿Qué tendrían que ver los demonios con la ética? Pues eran el gérmen de la buena conciencia, los engendros del nuevo logos que el filósofo usaría para justificar sus juicios y luego para defenderse frente al crimen de corrupción del cual se le acusaba. Precisamente uno de los cargos era el de herejía por tratar de inculcar a este daimon, esta conciencia interior, en la juventud. Se defendió con ironía porque esa supuesta "divinidad" era solo una especie de broma socrática. Era ese diablillo que le aconsejaba antes de tomar una decisión. Pero ese diablillo nunca le decía lo que debía hacer, sino sólo aquello que no debía hacer. Por eso en la cultura popular, se nos enseña de pequeños que al pensar algo aparecen automáticamente junto a nuestras sienes el ángel y el demonio, consejeros de la conciencia. Sin embargo, antiguamente era solo el demonio. Y estaba dentro de uno, no era el personaje maligno que nos pinta la religión. La diferencia entre ambos es católica. La moralina sobre la buena y la mala acción.

Así que cuando por las noches, en el más perenne silencio, sientan que su mente inicia su transmisión ininterrumpida, descuiden: de acuerdo a la mitología sería el demonio guardián dentro de ustedes, y desde la filosofía, la voz que solo les empuja a hacer lo que ya ustedes habían intuido en silencio. Olvídate del cielo o del infierno, siempre se trató de tomar una condenada decisión, y precipitar la posibilidad, lo desconocido, a cada límite, en cada momento.