sábado, 9 de julio de 2022

Viento bélico se cuela por las ventanas. La lluvia hace lo suyo. Paraguas se encumbran al cielo.

La importancia (o insignificancia) geopolítica de Chile

“¿Cuánto pesa Chile en el tablero de ajedrez (o de go) de la geopolítica mundial? ¿Qué tan relevante es este país desde el punto de vista de las fuerzas que se disputan el dominio del mundo? La respuesta a esta interrogante podría ayudarnos a entender la razón de que estemos, hoy en día, contemplando la muerte (espiritual) de Chile. Porque, digámoslo de una vez, a nivel simbólico Chile entró en trance de muerte la madrugada del 12 de marzo de 2021, y expiró la noche del 21 de octubre de ese mismo año cuando se retiraron de Plaza Baquedano, ese punto neurálgico de la capital de la nación – ¡la zona cero de la revolución en curso!–, el monumento al General Manuel Baquedano y los restos del soldado desconocido.

¿Pero por qué el Chile republicano y floreciente de las últimas décadas, superior en tantos aspectos al resto del continente, tenía que ser defenestrado? Sin duda la degradación de Chile se produjo porque nuestro país se puso, de algún modo, en el camino de ciertos intereses. Dilucidar cuáles son esos intereses resulta crucial en función de lo que los hombres y mujeres bien nacidos de este país tendrán que hacer para volverlo a la vida; esto es, dar forma al Chile del futuro a partir de los restos del actual, sobre cuyos despojos vegetamos hoy como en trance, semidormidos, muchos entre nosotros presos aún de la falsa ilusión de que algo sucederá en el último momento que nos salve del cruel destino que le espera a nuestra patria bajo la férula de las marionetas de esos mismos intereses que hoy, relamiéndose entre las sombras, celebran la caída del mejor país de Hispanoamérica.

De cualquier modo, es forzoso reconocer que había voces que llevaban años advirtiendo que los síntomas de lo que finalmente sucedió llevaban años manifestándose en todos los ámbitos de la vida de la nación. La muerte de Chile, aunque nos duela, la llevábamos en el alma. De cualquier modo, digámoslo también: a nivel arquetípico sólo es posible sobrevivir a las fuerzas de la muerte invocando las fuerzas de resurrección que hoy yacen dormidas en el corazón de todo chileno que aun esté en posesión de un alma.”

"Es hora de la verdad": El proyecto de la Nueva Constitución, Lautaro Ríos.

Durante el presente año, todos los Poderes del Estado, así como los profesores y estudiosos del Derecho Constitucional han estado ocupados en la redacción de una nueva Constitución para Chile, que reemplazará a la Carta de 1980, promulgada por la dictadura del general Pinochet, pero que ha sido objeto de importantes reformas tendientes a adaptarla a los tiempos modernos.

Hace un par de meses, después de un estudio comparativo con otras constituciones contemporáneas, descubrí que el proyecto chileno, cuyo texto pasó a la comisión de Armonización de la Nueva Constitución, no era más que una copia imitativa de la nueva Constitución de Bolivia, que estudiaba la comisión de Armonización de la Nueva Constitución.

Al advertirlo, envié al “Diario Constitucional” un estudio demostrativo de este plagio vergonzoso, que no se condice con la tradicional madurez política del pueblo chileno ni con una reforma destinada a orientar nuestro futuro desarrollo.

Curiosamente, nadie se ha atrevido a reconocer sus errores y, si uno escucha las noticias acerca de la nueva Constitución, ellas se dividen entre los que están por aprobar el proyecto con retoques de aderezo y quienes se ubican en el campo contrario, pero sin atreverse a rechazarlo. Esta actitud elusiva frente a un proyecto llamado a marcar la orientación del desarrollo económico y social del país, me ha movido a denunciarla por su falta de honestidad y de compromiso con el futuro de nuestra patria.

El proyecto en “Armonización” no es más que una copia servil de la Constitución boliviana de febrero de 2009, que tal vez sea apta para el pueblo boliviano que la aprobó, pero que resulta una vergüenza para el pueblo chileno, cuya madurez política ha sido reconocida por los países de todo el mundo y que responde a una tradición unitaria compuesta por un solo Gobierno, un solo Estado, una sola nación, la que afirma y renueva su identidad en cada elección y en cada referéndum en que confirma su veredicto democrático.

Mi opinión terminante consiste en rechazar un proyecto ajeno a lo que somos y a lo que requerimos para nuestro desarrollo futuro, encargar a los Poderes constituidos que se pronuncien al respecto, y recuperar el tiempo perdido encomendando a nuestros especialistas en Derecho Constitucional que redacten una Carta que sirva los intereses y necesidades de Chile y no imite constituciones extrañas que en nada nos representan.

Prof. Dr. Lautaro Ríos Álvarez
Profesor emérito de la Universidad de Valparaíso