sábado, 30 de enero de 2021

Serie libros prohibidos: "Deshumanizando al varón. Pasado, presente y futuro del sexo masculino" de Daniel Jiménez (extracto)

Lo perverso de insistir en que los valores tradicionales fueron una creación masculina es que solemos tener menos simpatía hacia quienes consideramos únicos responsables de su propio dolor, algo necesario para dar la espalda a problemas de enorme magnitud mientras se mantiene una conciencia tranquila. La resistencia al cambio de terminología, si alguna vez hay riesgo de que ocurra, será feroz, y la razón podemos encontrarla en el ensayo de Umberto Eco, Construir al enemigo: “Tener un enemigo es importante no solo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo, nuestro valor. Por lo tanto, cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo.” Que la palabra patriarcado, como se emplea en la actualidad, sólo invoque connotaciones negativas muestra que no se trata de un término científico, sino puramente ideológico que se corresponde con la imagen del enemigo. Al fin y al cabo, siguiendo la definición feminista en que todas las sociedades son patriarcales, se podría atribuir al patriarcado la creación de la democracia, la libertad de expresión, el Estado de derecho, la libertad religiosa, la libertad de prensa, los derechos humanos, infinidad de avances médicos y científicos que han mejorado la vida de millones de personas, o el enorme progreso conseguido en los últimos 200 años con respecto a la reducción de la pobreza extrema, entre otros campos. Sin embargo, el término se encuentra invariablemente empleado en un contexto negativo que sólo contempla la peor cara del sexo masculino, y se considera necesario derribarlo a cualquier precio.