viernes, 21 de enero de 2022

¿Y qué pasaría si te dijera, querida, que aún vivimos sin sublimar nuestra sombra y en cualquier momento volvemos a desconocernos el uno al otro, en esta grotesca e infinita batalla de espejos?

La guerrera y su "última pincelada" en el Kali Yuga. Reseña audiovisual de "Zeppitsu" (2022) de Kahli

De un tiempo a esta parte, nos ha tocado una época tan convulsa en todos los sentidos que perfectamente podríamos estar habitando el pleno apogeo de aquel Kali Yuga definido por la cosmología hinduista: un estallido social que devino en pandemonio político; luego, una pandemia de oscuro origen que amenaza con volverse el arma para la instalación de un régimen totalitario a nivel global. Durante toda esa jornada de encierro, locura e incertidumbre, Kahli se tomó un tiempo para descansar, reflexionar y meditar. A la par con la Diosa Kali, la banda se dio el espacio para un retiro espiritual, con tal de cavilar sobre sus ideas, y retornar a la arena del mundo con una nueva energía creadora. Así fue cómo vio la luz, a dos años de la “plandemia”, esta esperada obra llamada Zeppitsu (2022) que supone el debut audiovisual de la banda, consolidando en la forma y el contenido su ya conocido trasfondo mantradélico con su propuesta artística quiltra.

Partamos por el concepto: Zeppitsu. Se trata de la práctica de escribir una declaración final en forma de poema durante los últimos instantes de la vida, y se inscribe dentro de la cultura de los samuráis surgida en China y luego extendida hasta Japón. Esta “última pincelada” era escrita por los guerreros al momento de realizar el ritual del harakiri. Implicaba la expresión sincera de los sentimientos y pensamientos de quienes iban a cometer este suicidio ritual luego de haber perdido su honor al caer en combate o al haber cometido una acción deshonrosa para su código moral. Podría decirse entonces que el Zeppitsu es un “género lírico” ceñido a la filosofía samurái y condensado de cara a la muerte del sujeto, quien expresa sus últimas palabras bajo la agonía del dolor o la satisfacción del honor recobrado con la propia sangre. El Zeppitsu, de ese modo, es la poética de la muerte del guerrero o la poética del honor por la sangre. Esta es la idea matriz que baña todo el concepto del video de Kahli.

Fiel a aquella idea, tenemos a una mujer samurái, con antecedentes en las Onna Bugeishas, maestras guerreras, que acaba de liquidar a su padre para luego enterrarlo, llevándolo de vuelta con la madre Tierra y consagrando su vida, de regreso a la inmensidad del bosque. De acuerdo a Jung, la figura del Padre también es un arquetipo, y puede representar, en su lado luminoso, el principio guía o rector y, en su lado oscuro, el principio tiránico. En el Tarot, carta número IV, el Padre es El Emperador, y constituye la figura tanto real como imaginaria. La real es el padre biológico, y la imaginaria es el padre autoritario, que puede extenderse a cualquier otra figura de autoridad en la existencia. Una vez que la guerrera entierra al padre autoritario, se puede apreciar cómo el primer verso de la canción se repite cual mantra, mientras la guerrera se adentra en el bosque, que podría representar la oscuridad del propio ser o el aspecto más oscuro de la naturaleza, para luego enfrentarse con su propia sombra: “Destriparé a mi padre ante grandiosas estatuas de sal, de sal”. Resulta significativa la directa alusión al mito bíblico en este punto. Recordemos cómo la mujer de Lot huyó junto a su familia de la quema de Sodoma y Gomorra y no pudo resistirse a mirar hacia atrás, siendo convertida en estatua de sal por castigo divino. Aquellas grandiosas estatuas de sal podrían ser perfectamente una proyección de esa mujer de Lot mítica, desobediente, inmortalizada por esa misma desobediencia, condenada a permanecer impávida por la eternidad frente al Mar Muerto (el mar también juega un rol fundamental que se verá más adelante).

La guerrera, cumplido su deber vengador, vuelve al sitio donde estaba enterrado el Padre y, en un acto simbólico, se recuesta sobre la Tierra. Un ritual de integración ¿quizá con el arquetipo luminoso? O con la propia Tierra que envuelve dentro de su seno a la figura del padre tiránico. Después, la canción continúa repitiendo el mantra del principio, para ambientar el enfrentamiento de la guerrera con su sombra, en el sentido junguiano. La sombra se resiste al ataque, pero finalmente acaba cediendo, casi como en una predestinación. La guerrera debe combatir con su peor enemigo: ella misma, mejor dicho, su propia oscuridad, para completar el deber, el ciclo. La figura arquetípica de la sombra inconsciente cobra aquí especial relevancia, por cuanto, sin enfrentarla, no está completo el ciclo ni el sentido profundo del combate, que no es otra cosa que un rito de sacrificio y sublimación para el reencuentro del espíritu con la totalidad. Eso hablábamos hace tiempo con Carolina Aparici sobre el significado de su viaje a la India: “Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad”. Aquí está constante esa figura dual de lo luminoso, no separado de lo oscuro, sino que enfrentado y luego integrado como parte de su propia constitución. Solo en esa pugna y en esa disolución, el viaje espiritual trasciende la materia. O, si lo queremos interpretar desde una mirada más propiamente psicológica, solo en la pugna y luego en la integración de esa sombra interna (plena de instintos, deseos reprimidos), es posible despertar la verdadera consciencia sobre la personalidad y, por extensión, sobre la realidad misma.

Enterrado el Padre, integrada la sombra, la guerrera ahora comienza su caravana a su encuentro consigo misma y con lo abierto a la experiencia, la totalidad, la inmensidad, lo Absoluto. “Por el río de su sangre llegaré al mar, acompañaré su sombra hasta la orilla”. Los siguientes versos entran en sintonía con el video, cuando la guerrera se adentra a esas orillas, y le canta a la sangre de su padre como el camino que va a dar al mar en cuanto símbolo perfecto de lo Absoluto, que integra dentro de sí el caos y el orden cósmico. Podría decirse que la sangre del padre se volvió río, es decir, fue integrada a la natural y ahora deviene ese Padre rector, ese Padre guía que acompaña a su hija, a la guerrera, hacia su travesía final, hacia su destino. Y este acto de re-conciliación se puede interpretar en la lírica de los siguientes versos: “abrazaré la arena donde se posa”. Es decir, donde se posa la sombra del Padre.

Hacia el clímax del videoclip, la guerrera se sumerge en el mar y se oye de fondo: “uniré mi llanto a la espuma/volveré a mí”. El llanto representaría la expresión material de la pérdida, para luego ser transfigurado con la espuma, la expresión del mar como lo Absoluto. Completa esa transfiguración, la guerrera puede finalmente ser una con lo Absoluto, y volver a sí misma, volver a lo Uno. Ser Una. Bajo este profundo rito psicológico y espiritual, Zeppitsu encarna otra constante de Kahli: Matar al Padre, integrar la sombra, para ser libre, para ser uno. Esa misma era la tónica de aquella obra de dramaturgia, “El delirio de Lena” que pude leer y presenciar en un período muy álgido para la historia de nuestro país: el 18 de octubre de 2019. Y hoy, esa constante, resignificada en la obra audiovisual Zeppitsu, adquiere otra dimensión: la necesidad de identificar nuestra sombra, en tiempos de naciente oscuridad, para combatir contra ella, reintegrarla y conducirse por el mundo con una mirada más consciente, sobre todo, como ya advertíamos, en un mundo gobernado por el ya preponderante Kali-Yuga.

Antonio Medrano, importante investigador, describió el Kali Yuga como la era caracterizada por “la hostilidad al Dharma, el caos, la violencia, la confusión, la desorientación, el materialismo, la esclavitud, la ignorancia, la estupidez, la desintegración (de las familias, las naciones, las religiones, las culturas y los mismos seres humanos), la inmoralidad y la corrupción, el triunfo de los antivalores (la mentira, la maldad, la fealdad y el horror), la angustia, la desmemoria, la opresión y la tiranía (el totalitarismo), la destrucción de la Naturaleza y de todo lo noble, digno y valioso (con la secuela de plagas, miseria, hambre, enfermedades y catástrofes naturales)”. Precisamente, el Kali Yuga está profundamente encarnado en la crisis del mundo moderno hoy por hoy, en la decadencia de Occidente, con un virus como telón de fondo de una creciente ola de poder absoluto y materialista que amenaza con cercenar nuestras libertades más fundamentales e incluso con socavar todo lo que nos constituye como seres humanos: nuestro aspecto espiritual, nuestra voluntad para conectar con lo cósmico y con lo divino. Urge, entonces, ese llamado a ser guerreros en una era de conspiraciones, y escribir nuestro propio Zeppitsu al momento de caer a los brazos de las parcas, con tal de reafirmar nuestra capacidad creadora y nuestra humanidad.