viernes, 28 de febrero de 2025

Escribir es lo único que me hace sentir realizado y el espacio de la escritura es el único en el que me siento a mis anchas.
Sobre mi velador, tengo un pequeño ejemplar del Nuevo Testamento con Salmos y Proverbios, regalado por mi polola. Dice que “este ejemplar no será vendido”. Al otro costado, un pequeño librito con la leyenda “Socorro de lo alto”, donde figura un profeta y un águila a la cima de un monte, en la portada. Se trata de un compendio de porciones de la Biblia escogidos por temas, correspondiente a la versión Reina Valera de 1960. Al medio, un colgante con una cruz de plata, también regalada por mi polola. Ustedes pensarán, ¿desde cuándo me volví tan creyente? ¿Habrá sido la mera conversión de la creencia o habrá sido el amor romántico con todo su carácter de religión? Lo cierto es que mi velador se volvió una suerte de altar, iluminado por una pequeña luz, que abriga secretos íntimos, -demasiado humanos- confesables solo a un principio absoluto.