sábado, 2 de enero de 2021

El sueño (retroactivo) de la española

La chica española que residía en Alemania y con la cual mantuve una conversación intensa durante el lapso de cinco meses, me había confesado un sueño. Su confesión decía exactamente así: “Hace unas semanas soñaba con un chico, y siempre estábamos en Valparaíso, y el chico me hablaba con una cadencia profunda, despacio. Pero lo extraño es que yo nunca antes había conocido a ese chico, y mientras soñaba recordaba eso, el chico me hablaba de un abrigo que me había olvidado en cualquier bar de la ciudad, y era importante porque en el bolso había un papel que quemaba, pero yo no tenía prisa por buscar ese abrigo. Él insistía un montón”. Al relatar su sueño, la chica fue revelando poco a poco más cosas. Le mencioné que me conmovió, que aquel papel de seguro tenía un secreto, que el fuego era muy importante en mi vida y que representaba mucho de lo que había vivenciado, y además de lo que deseaba profundamente. La chica continuaba atenta a mis reacciones tras su relato onírico. Le pregunté si acaso aquel abrigo de su sueño, todavía estaba escondido en su memoria. Le repetí que ese papel era la clave, que algo escondía, que si deseaba quemar ese papel en una especie de sacrificio. Ella, muy segura, me respondió que no, que el papel quema en sí mismo, se abría y quemaba, y era porque su secreto prometía ser cálido pero, a la vez, peligroso. Dijo también que ese sueño, creía ella, solo anticipaba la conversación que habíamos estado sosteniendo todo ese tiempo. Y, producto del miedo de abrirme demasiado ante ella, supo inmediatamente que yo era el chico de su sueño. Conmovido por la revelación, sin embargo, aún me quedaba dando vuelta la figura de la llama. Ella creía que esa llama era como el misterio magno, el valor de la poesía de crear y destruir mundos, pequeños y grandes. Bastante emocionada, siguió expresando que ella y yo no nos conocíamos ni nunca antes habíamos hablado de nosotros mismos, pero sin querer habíamos conectado en ese punto respectivamente, el de su sueño y su posterior confesión en línea. El tiempo que siguió a ese evento fue de una dilatada mensajería interna. Sin embargo, a los meses después, ella desapareció de la faz de la red, sin siquiera despedirse ni dejar un aviso. Este solo hecho me ha mantenido intrigado hasta el día de hoy por su extrañeza, pero vuelvo de tanto en tanto a releer la ensoñación de la española misteriosa, para hurgar en algún significado potencialmente simbólico, algo que permita que el misterio arda como la llama prometida de aquel papel secreto. Puede que ella misma haya sido un sueño, o yo haya sido para ella únicamente ese chico sublimado, y lo único que sucedió fue que ambos despertamos, y nos desaparecimos el uno del otro. Solo queda la ilusión de haber formado parte de la memoria o la fantasía de una enigmática y, a la vez, mística joven desde otras latitudes, allende el vacío de la red o el universo de relatos.