sábado, 17 de septiembre de 2022

Reflexión poética sobre fiestas patrias que escribí hace ya nueve años, en estas mismas fechas. Lo vuelvo a subir como en una resonancia temporal. No estaba tan perdido parece, a pesar de los años, las experiencias vitales y la evolución del contexto:

Septiembre e inmediatamente aflora toda esa nostalgia, ese sentimiento que identificó Rilke con la patria: la vuelta al sentimiento de infancia, al arraigo familiar, la fibra del corazón, por llamar, de algún modo, a esa tierra algo perdida. Jorge Teillier intuyó de manera chilensis esta visión tan arraigada de la romántica Alemania decimonónica: la cultura como una gran "familia espiritual". Entonces en esa cultura, surge una amarga pero, al mismo tiempo, dulce añoranza de ese volver, ese lárico volver a la familia como para regresar más joven a la arena de la civilización. Por eso, viene tan a cuento el siguiente poema de Teillier: "ves de nuevo los pueblos cuyos nombres nunca aprendiste, el pueblo donde querías llegar como el niño el día de su cumpleaños y los viajes de vuelta de vacaciones, cuando eras -para los parientes que te esperaban- sólo un alumno fracasado con olor a cerveza." La patria no es sino esa infancia a la cual uno vuelve después de la guerra espiritual, de la guerra interior, para completar la promesa de un espacio cada vez más propio, más verde, de una batalla que no se sepa solamente perdida por el rumor del próximo otoño de tu vida o el edificio de un linaje material que tape la última puesta del sol.