jueves, 4 de diciembre de 2025

Había en Chile una revista llamada Revista Rosita, muy conocida durante los años cincuenta, que publicaba cuestiones relacionadas con la moda, la confección y el estilo de vida de las mujeres de la época. Se compartió en redes sociales una sección de esa revista, la del ejemplar número 390, denominada como el “Tinder vintage”, porque mostraba una gran cantidad de solicitudes de pareja romántica por parte de hombres, en su mayoría, encerrados en prisión. Una de esas solicitudes capturó mi interés, por su pulcro lenguaje y su tono particular: “Alfonso Campos L., Casilla 3120, Santiago. “Poeta o loco, desilusionado de la vida. Recluido en la Cárcel de Santiago. Lleno de inquietudes espirituales. Desea correspondencia con alma sensitiva y pura que sea capaz de vibrar ante la belleza del dolor y la miseria”. En ningún momento aludió a algún tributo externo o a algún rasgo de personalidad. Sencillamente, habló de alma, espíritu y belleza en un mismo párrafo, dejando en claro, quizá, que no buscaba algo pasajero, sino que una conexión auténtica propicia para el amor. En comentarios decían que antes los presos eran sentimentales y ahora devinieron en viles estafadores de Banco Estado. ¿Poeta o loco era el recluso? Se trata de una sección impensable en estos días. ¿Quién podría, hoy por hoy, presentarse de esa manera desde la cárcel, con tal de pedir la correspondencia de alguna dama y todavía apelando a lo etéreo? ¿Cuánto de impostura y cuánto de gesto genuino habrá detrás de esos mensajes surrealistas por absurdos? ¿Quién podría seguir expresándose de esa forma, en la era de lo inmediato y lo material, donde el vuelo poético escasea en el lenguaje ordinario y se castiga con acusaciones de inutilidad o con la más gélida indiferencia? Lo cierto es que el tenor de los mensajes ha ido dejando su elegancia y sensibilidad, pero no ha cambiado mucho el resultado en materia de opciones reales, las que se han hecho cada vez efímeras, bajo un mercado sexoafectivo que sobreexplota la exposición y el derroche de alternativas, que no garantiza ya otra cosa que el descarte sistemático y la asimetría brutal.