jueves, 17 de agosto de 2017

"¿Cuál era su nombre? nunca me lo aprendí" un alumno después del recreo. Había confundido mi apellido por mi nombre, como suelen hacerlo la mayoría. "Bah, y yo que pensé que se llamaba Profe (sic). Hasta le iba a revisar si en su carnet decía "Profe". El chico andaba particularmente gracioso. Fuera de hueveo, resulta cuático cómo la identidad puede llegar a ser correlativa a la profesión. "Haces esto, entonces eres esto". El nombre, la identidad, la profesión. "Ser alguien" ¿para quienes?. Meras convenciones. Rótulos vacíos. El nombre no era lo importante para el alumno. El nombre de su profesor no lo era. Lo era solamente el hecho de que fuera el suyo, en ese instante, para bien o para mal.
"Él no es humanista, ni filólogo, ni erudito; sus letras son pobres; ha olvidado casi todo lo que ha leído; las bellas letras nunca le apasionaron, etc. Es evidente que Machado no está diciendo la verdad: el desarrollo posterior de su discurso, tan rico en erudición e ideas originales, lo desmiente". Ángel González, Las otras soledades de Antonio Machado. Lección: El ejercicio de la cultura no implica necesariamente la verdad. Es más: la verdad no es necesaria para su desarrollo.