miércoles, 26 de marzo de 2025

Hoy los chilenos estamos de luto. Despedimos para siempre el futuro. No habrá año nuevo, sencillamente, porque murió su profeta musical, el "alma de la fiesta" que inauguraba a punta de ritmo y sabor el ciclo de la traslación: Tommy Rey. ¿Quién no lo escuchó y lo vaciló alguna vez, copeteado, carreteado, en el carnaval de un tiempo que pasaba para darle la bienvenida a otro, con energía y desenfreno? Había una profundidad filosófica en esas líneas, cantadas con ánimo desenvuelto: "un año más, que se va/un año más, ¿cuántos se han ido?/un año más/¿qué más da? ¿cuántos se han ido ya?".
Tommy Rey, cual bardo, entonaba, todos los años, su propio himno al Tempus Fugit, como si se estuviera en el eterno retorno de lo mismo nietzscheano. En sus canciones, el tiempo siempre era una constante. "No importan los años que tienes. Es el tiempo el que no se detiene". La fugacidad del tiempo y su condición inexorable, hasta cierto punto, trágica y determinista. Pero, en medio de esas palabras, pronunciadas con el suficiente júbilo, los chilenos rendíamos un tributo a la vida y nos entregábamos al carpe diem, no importando el mañana, porque, de todas formas, sería uno de enero y nos aguardaba un trasnoche de antología o un descanso de campeones, cuando ya arribara el sol de enero y la plenitud del verano.
¿Qué será de nuestro tiempo sin Tommy Rey? ¿Quién será el encargado de cantarle al año nuevo para continuar el ciclo cósmico? Cronos seguirá implacable, y habrá que saciarlo con un rito festivo. Detrás del tiempo cronológico, sin embargo, aguarda Kairós, el dios del tiempo indeterminado, el tiempo mítico, el dios de la oportunidad. A él fue consagrado Tommy. ¿A quién más? al devenir, aquel "goce" del devenir, con su música siempre oportuna y favorable. ¿Qué importaba el peso de la noche, el peso de la conciencia, el peso de la historia, cuando sonaba esa cumbia dionisiaca y tan nuestra, esa idiosincracia bailable, exuberancia del ánimo, chapoteando de alegría y de placer, en esos instantes ebrios que se hacían eternos?
Sin Tommy Rey ¿cuántos años seguirán yéndose? Cantaba el maestro: "El tiempo pasa y se nos va la vida/el tiempo pasa y ya no vuelve más/hay que seguir mirando hacia adelante/no hay que quedarse a mirar atrás". Y luego remataba cantando que "se va la vida, que se va el amor". Nada es eterno. Todo pasa, pero vuelve de otra forma. Tanto para Heráclito como para Aristóteles, el fundamento de todo el tiempo era el cambio incesante, y este cambio, este movimiento, muchas veces, inesperado, brutal, era, a su vez, una condición del propio tiempo. Lo que ya sabían los filósofos clásicos, Tommy Rey lo tradujo en clave chilena, a punta de bailongo. Pero no se nos fue realmente Tommy, no se nos fue, porque siempre vendrá su Galeón español, para conquistar otros mundos y otros tiempos, más allá del nuestro.

Treinta años de "Above" (1995) de Mad Season

Hoy cumple tres décadas un discazo único: "Above" (1995) de Mad Season, el supergrupo compuesto por el guitarrista de Pearl Jam, Mike McCready; el bajista de Walkabouts, John Baker Saunders; el baterista de Screaming Trees, Barrett Martin; y el legendario vocalista y letrista de Alice in Chains, Layne Staley. La clásica portada del album es un dibujo hecho por el propio Staley e inspirado en una foto en la que aparece él con su novia Demri Lara Parrot, fallecida poco después.

La banda tiene la pura onda lisérgica y depresiva de Alice in Chains, aunque se siente más blusera, más pausada incluso. Junto a otro supergrupo, Temple of the Dog, conforman, sin duda, algunas de las creaciones imprescindibles del grunge noventero. El disco no estaba exento de las maldiciones de sus propios integrantes. El demonio de la adicción a las drogas los acechaba, llevándose primero a Baker y luego a Staley, a principios de siglo. De esa forma, el proyecto Mad Season quedó truncado, con solo un album, debut y despedida, suficiente para pasar a la posteridad.