miércoles, 31 de agosto de 2022

Lucy Oporto: “A Jorge Sharp sólo le importa ganar, a costa de lo que sea y de quien sea”

"La degradación de los símbolos patrios también obedece aquí a un programa. Está en la línea de la escalada de la violencia desatada que comenzó en octubre de 2019, y en sintonía con la nueva Constitución, respecto de la plurinacionalidad y sus pretensiones refundacionales, aunque ya no sean declaradas abiertamente. Pero la historia de Chile sigue comenzando con colectivos como ése. Nada ha cambiado.

No obstante, el episodio de Las Indetectables en Valparaíso marca un hito en el marco del actual proceso de decadencia y anomia reinante en el país: es un final, en el sentido de que su único horizonte es la muerte, la putrefacción y la aniquilación como modo de existencia que se place en su propia sordidez y vacío carente de sentido.

Además, esto ocurre a pocos días del plebiscito de salida, en el contexto de otros hechos significativos o violentos: la detención de Llaitul, la revelación de oscuros nexos entre éste y funcionarios del gobierno, la escalada de la violencia en el Sur, cada vez más feroz, y el auge del crimen organizado.

Descienden a este nivel, porque ya se han quitado todas sus máscaras, obscenamente, y ya no les importa mostrar que la putrefacción programática de Las Indetectables sea también un trasunto de la nueva Constitución, en cuanto a su voluntad de disolución, indiferenciación, nivelación y refundación de Chile, a su imagen y semejanza.

Su barbarie originaria ha sido legitimada desde el principio por una parte del ámbito académico, intelectual y artístico, con su (de)formación a la moda basada en sociologías postmodernas, y sus neologismos hipnóticos para pseudoiniciados sin alma, funcionales al mercado académico internacional. Grito y plata."

Jk Rowling lanzará una novela sobre una youtuber asesinada tras ser acusada de transfóbica

La genial creadora de Harry Potter, firme contra los canceladores: "A través de Twitter comenzó a viralizarse un mensaje que planteó lo siguiente: “JK Rowling lanzó hoy un nuevo libro sobre una animadora de YouTube que es asesinada a puñaladas por hacer animaciones racistas y transfóbicas”.

El mensaje comenzó a viralizarse no solo por el nexo con la polémica que ha enfrentado la escritora en los últimos años, sino que también por el hecho de que el libro “tiene 600 páginas más que Dune”.

La novela en cuestión se titula The Ink Black Heart (El Corazón Negro de Tinta), cuenta con 1274 páginas y es parte de su serie de suspenso llamada Cormoran Strike.

Escrita bajo el seudónimo de Robert Galbraith, la historia gira en torno a una animadora llamada Edie Ledwell que comienza a ser enfrentada por su propio fandom luego de lanzar un dibujo animado que la lleva a ser calificada como “racista, capacitista y transfóbica”. Lo último involucra a la inclusión de un gusano hermafrodita.

El texto, que gira en torno al asesinato de Ledwell y la búsqueda de un sospechoso anónimo online llamado “Anomie”, obviamente genera nexos con los problemas que ha enfrentado públicamente la escritora por sus cuestionadas declaraciones calificadas como transfóbicas. En 2020 publicó un mensaje en el que planteó las razones por las que estaba preocupada por “el nuevo activismo trans”.

Tal vez Dios sea una entidad asintomática, y su existencia permanezca más allá del alcance de nosotros, los contagiados. O puede que sea un ente inmune; y nosotros, los enfermos mortales. Enfermos, precisamente, por estar vivos.
Texto reciclado de hace años, cuando hacía reflexiones literarias (faceta que volveré a retomar), a propósito del aniversario de Julio Ramón Ribeyro:

Suena en la cabeza el concepto de "animal literario". No entiendo todavía qué diablos significa. Si no se puede definir bien lo literario por sí solo, menos aún lo asociado a lo animal. Mi viejo decía que era algo que le escucho por ahí decir a un crítico sobre Vargas Llosa: alguien que dada su obra exuda lo que llaman "literatura". O, podríamos decir, alguien que posee, no tanto una obra digna de mérito, sino que un impulso incontenible por producir material considerado literario por sus lectores. Alguien que a mi juicio se define por su pasión por la literatura. Por eso lo de "animal". Pues bien, en el caso de Julio Ramón Ribeyro creo que la cuestión cambia. Posee la cualidad suficiente para ser llamado "animal literario", pero sería apresurado limitar su obra a semejante denominación. Lo que hace Ramón Ribeyro tiene más que ver con la escritura que con lo literario. La escritura libre de categorías y de etiquetas. Ha elegido la prosa como su estilo y también como su forma, no tanto por la ambición de ser llamado "literato", sino que simplemente por el destemplado ejercicio de escribir. Por el placer extraño que causa. "Escribir como hacer el amor, una cosa brutal, fatigante, dolorosa y placentera al mismo tiempo". De hecho, hasta por volverse una razón en sí misma. Nunca suficiente, pero necesaria. Dentro de esa variable, entonces, cualquier otro interés queda relegado a un segundo o tercer plano. Así lo hace ver el propio Ramón Ribeyro en La tentación del fracaso, al cual yo llamo, en cambio, un “animal de la escritura”:
Cuando no estoy frente a mi máquina de escribir me aburro, no sé qué hacer, la vida me parece desperdiciada, el tiempo insoportable. Que lo que haga tenga valor o no es secundario. Lo importante es que escribir es mi manera de ser, que nada reemplazará. Cuando imagino una vida afortunada, millonaria, veo siempre el lugar donde pueda seguir escribiendo. Si no fuera necesario comer, dormir, trabajar, no abandonaría este sitio, donde nada me incomoda, donde gozo del más completo albedrío, donde soy dueño del mundo, de mi mundo, sus fabulaciones, hazañas, torpezas, locuras, el mundo irreal de la creación, al lado del cual no hay nada comparable.