jueves, 14 de octubre de 2021

Me robaron la tarjeta cuenta rut. Nunca me había pasado. Ocurrió que fui a pasarle plata en efectivo a un amigo. Luego, en un descuido, dejé la tarjeta puesta en el cajero automático y, al salir apurado con la plata, olvidé sacarla de la ranura. Cuando ya había avanzado dos cuadras y me había despedido del amigo, revisé la billetera y recién ahí extrañé la tarjeta. Entonces partí corriendo de regreso al cajero para recuperarla, pero ya no estaba. De inmediato, llamé a un call center buscando que bloquearan la tarjeta. Contestó una operadora y me dijo que podía volver a llamar mañana porque ya se había acabado el tiempo de atención. Desesperado, consulté la aplicación de la cuenta rut en línea y también ME HABÍAN ROBADO PLATA (no mucha en todo caso). Traté de guardar la calma y pensar las cosas fríamente. De modo que pensé en bloquear la tarjeta desde la banca en internet al llegar a la casa. Me metí a la página del Banco Estado, ingresé al portal con mi antigua clave y di con el ítem de operaciones de tarjeta. Puse bloqueo y declaré estar seguro de bloquear, indicando el motivo por robo y hurto. La operación fue exitosa, pero luego, para estar seguro, llegué a repetir lo mismo hasta dos veces. La confirmación del bloqueo me dio un leve respiro por unos instantes. Increíble el placebo que puede otorgar una simple digitación. De pronto, me vi superado, estupefacto, ante ese movimiento invasivo, descrito con hora y fecha. Dos minutos bastaron. Dos minutos en los cuales extravíe la tarjeta, abstraído en mi falta de atención. Dos minutos en los cuales la mala fe de un cristiano aprovechado me jugó una mala pasada. Ahora, un poco más calmado, puedo hacer el ejercicio de reflexionar sobre este cagazo, cosa que siempre debería hacerse, cada vez que nos ocurre algo imprevisto. El amigo por interno me dijo, al contarle, que al menos no había ocurrido algo peor, como un asalto, "que después de todo era plata". Y aquí es donde entra el motivo de la consciencia. En parte, yo fui responsable de haber olvidado la tarjetita, eso se asume, pero su robo escapó totalmente de mis manos. Los estoicos decían que solo se puede tener control sobre lo que depende de uno mismo, y no sobre lo que depende de los demás. En tal caso, lo que me reprocho fue haber perdido el control sobre la tarjeta y no el robo en sí mismo, cuestión que ya responde a una variable ajena a mi voluntad, lamentable sí, pero ajena. Mañana tengo pensado ir a primera hora al banco a contar la anécdota y a informarles sobre el bloqueo de la tarjeta, para poder reponerla. Tal vez esta era la excusa y la ocasión para cambiarla definitivamente, puesto que la tarjeta robada era de las antiguas con modo de deslizamiento y no de las nuevas con contacto. Así que, para la próxima, toca andar más "aguja" y alerta, porque "el hombre sigue siendo un lobo para el hombre" y no puede haber verdadera libertad sin una cuota de seguridad.
Mosciatti en entrevista con Kast, lo cuestionó por decir que “Piñera es peor que Pinochet” y “si Pinochet viviera, votaría por él”. Esto le valió a Mosciatti el ataque de algunos bots derechistas y del Partido Republicano, cuando estos mismos lo había elogiado por incomodar a Boric con sus preguntas precisas sobre cifras económicas que el candidato desconocía. En términos de proyectos políticos, muchos siguen creyendo que las cuestiones son en blanco y negro. Por eso, recriminan a cualquiera que trate de pensar objetivamente o, al menos, “fuera de la máquina” y que sea capaz de entender los asuntos en perspectiva. Según muchos, si piensas más allá y diverges de los dogmas y máximas, eres nada más que un “amarillo”. Esta es, sin duda, una de las peores pestes de esta sociedad: el maniqueísmo, la polarización, el radicalismo. Tal vez, la política chilena de los últimos años pueda resumirse en esos tres infames términos, a juzgar por el devenir y el acontecer actual. ¿Qué le depara a Chile bajo el mantra de estos términos? Pues, habrá que ver. Por lo pronto, solo se aprecia una escisión mayúscula en el horizonte país, con la forma de un proceso de cambio que redunda en las mismas lógicas separatistas, en la misma concepción binaria heredera del “terror” de la Revolución Francesa, en la misma hemiplejía moral denunciada por Ortega & Gasset en su Rebelión de las masas, una zanja infranqueable al borde del abismo del ethos nacional. “La ética e mobile, qual pluma al vento”.