domingo, 5 de marzo de 2017

Soñé que estaba con Mon Laferte compartiendo unas cervezas en un bar x en el período previo a su viaje a Francia. Cómo conseguí invitarla, no tenía importancia. En ese sueño extrañamente todo lo referente a su presentación en el festival no era mencionado. Pertenecía al terreno de la imaginación. De lo que más hablábamos, sin embargo, era de música. Decía que tenía planeado un nuevo proyecto, pero que no sabía todavía cómo expresarlo: "Tengo algo aquí atrapado en la garganta que quiere salir, pero no sé cómo llamarlo". Le decía que tomara más para que no se atorara. Reía. Continuaba con su inquietud musical. Solo atinaba a escucharla y asentir sus reflexiones, estupefacto por su encanto. Recordé luego una colección de mp3 que tenía guardada en una de esas carpetas para discos, una colección de música vanguardista latinoamericana. Me armé de valor entonces. Con un motivo inspirador para dirigirle la palabra, bebí un sorbo largo de cerveza y le expliqué: "Mon, tú ya has incursionado en el pop bailable, en la balada bolero, en el ska, en el rock de garage, incluso hasta en el metal ¿no te parece que la próxima etapa sea incursionar en el progresivo y en la vanguardia? Lo harías de maravilla con un disco conceptual onda Los Jaivas o Congreso". Hubo un silencio algo perturbador al inicio. Algo angustiado por mi osadía, pero no sin cierta emoción, traté de adivinar su reacción. Mon bebía otro poco. Después, con total resolución sonrió, se acercó otro tanto, y dijo: "Ya he pensado en eso, querido. Es de hecho lo que tengo en mente. Pero no se lo digas a nadie, por favor. Será solo nuestro secreto ¿trato?". Estiró la mano para estrechársela. Se la di confiado, aunque completamente asombrado por su declaración.Con un disco progresivo la rompería definitivamente. Sería como el punto de eclosión de su carrera. Le dije entonces, recordando mi sagrada colección: "¿Supongo que has escuchado a Chac Mool? Son algo así como los padres del rock progresivo mexicano". Mon respondió: "Sí, los cacho. Un disco de esa onda sería cool. Pero me van más los Cabezas de cera ¿los has escuchado?". Le dije que sí, aunque solo tenga de ellos un par de discos. Era lo más parecido al jazz fusion que había escuchado venido de México. Mon luego se explayaba contando su afición secreta por la música de vanguardia, revelando algunos detalles sobre cómo surgió esa afición. Qué discos y hechos de su vida fueron esenciales en ese surgimiento. Detalles que francamente, a estas alturas, resultan inenarrables. Solo reproducibles mediante una exploración sonora de nuestro inconciente.

Las cervezas se acababan. Era hora de despedirse. Llegó la cuenta, la cual pagué misteriosamente, sin recordar si contaba o no con el dinero suficiente para la invitación. Mon lo agradeció gentilmente. Se acercó y nos abrazamos. Antes de irse por la puerta de aquel onírico bar, me dijo en voz baja: "Recuerda nuestro secreto". Al ver cómo iba desapareciendo y confundiéndose con el centro de aquella Viña del Mar imaginaria, la luz del bar se fue levemente bajando. En eso, la poca gente que quedaba se dio vuelta para ver a unos mariachis que pasarían puesto por puesto cantando su serenata de medianoche. El efectivo, lamentablemente, se me había acabado. A pesar de eso, bebí un último vaso, como brindando por un adiós inconcluso.