jueves, 3 de mayo de 2018

Vi el video de la parada en seco de Vargas Llosa a Axel Kaiser por lo menos unas tres veces. La respuesta de Vargas Llosa era predecible. No es otra cosa que la fórmula del liberal moderno. Abomina de cualquier clase de dictadura, pero defiende una suerte de democracia liberal, cortina de fondo del capitalismo renovado, luego de vivir años en el marxismo de "se jodió el Perú". Por su parte, Kaiser queda como la caricatura de una derecha pinochetista. Su réplica, si se fijan, intentaba salvar torpemente el desliz, al indicar que esa era la respuesta que él esperaba: el puro hecho de que Vargas Llosa rehusara simpatizar con la Dictadura chilena, pero cualquiera con dos dedos de frente pudo darse cuenta que esa réplica no fue sino un recurso desesperado que lo descolocó al último minuto, luego de la afirmación categórica del novelista. A una existencia de grados de dictaduras que devela, por parte de Kaiser, una inclinación hacia el modelo neoliberal en su faceta conservadora, Vargas Llosa opuso, en cambio, una negación rotunda de los viejos regímenes en pos de su ya consabida concepción liberal de la sociedad. Aquí, por lo tanto, no hubo dos polos irreconciliables, sino que una astuta diferencia de enfoques.

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