domingo, 28 de agosto de 2016

Nordic Mist

Hay un comercial nuevo de la Nordic Mist que me llamó la atención. En él hay un sujeto que hace una analogía entre el gusto por la bebida y el cine. Dice abiertamente que la juventud de hoy está acostumbrada al "dulce sabor de lo fácil" (quizá aludiendo de forma directa a la sobreinformación de nuestros días). Por lo que, a raíz de ese juicio valórico, cuenta cómo se hacía antes de la era pre internet para conseguir películas. Señala que se debían arrendar en el videoclub más cercano, siguiendo la recomendación del dueño. "9 de cada 10 eran malas", recalcaba el tipo, pero "cada tanto se encontraba una joyita" (Como dato freak se deja ver un póster de Atlantis en un muro del videoclub). Insistía en la idea de que eran tiempos duros, pero que eso le dio el criterio para apreciar el "gusto" con carácter. El eslogan de la Nordic Mist al final del comercial dice literalmente: "separando hombres de niños". La idea gravitante sobre el gusto asociada a la nostalgia de aquello que era más difícil de conseguir pero que por ello tenía más valor. El concepto de la adultez asociada al poder de decisión. Por supuesto, ideas absolutamente convencionales y cuestionables. Se aprecia una crítica indirecta a la hiperconexión en donde cualquiera sabe algo googleando o cualquier consigue algo con la suficiente banda ancha. Una época en donde resulta más fácil fingir que antes, pero en la que también, paradójicamente, resulta más fácil descubrir la verdad. Una época en la que todo parece estar al alcance de la mano, pero en la que el criterio de elección resulta más relativo. El gusto forjado con carácter, el valor forjado por el tiempo: esas parecen ser, hoy por hoy, las nuevas estrategias de venta de nuestra publicidad.
Después de años de haber salido de la U, me ronda últimamente la maliciosa idea de pagar la deuda. No por voluntad propia sino que por presión de la realidad. Comienzan los llamados anónimos, que por supuesto no vuelvo a contestar. Los cobros con voces mecanizadas. Los mensajes spam. Si existiese un lugar en el infierno kafkiano debiera reservarse para esa gentecilla que trabaja cobrando deudas. De todos modos no tenía pensado pagar ni un peso de la deuda universitaria ni bancaria. Sale ahora un artículo sobre una académica que llama abiertamente a no pagar el CAE, cuestión que, aunque no suene del todo creíble, señala al menos que hay afuera un pequeño rumor, un ánimo de morosidad voluntaria, con la vaga intuición de que si se deja de pagar sistemáticamente la deuda en algún momento explotará como un globo que ha acumulado demasiada presión. Preocupaciones propias del último día domingo del mes, cuando la plata precisamente escasea y la deuda en cambio, como su hermana gemela, parece crecer de forma estratosférica.
El incomprendido placer de las horas muertas.