viernes, 6 de mayo de 2022

Bombal y Geel: una obra, un crimen.

Cuentan que la escritora María Luisa Bombal esperó a Eulogio Sánchez, su ex amante y obsesión romántica, un 21 de enero de 1941, frente al elegante Hotel Crillón, para dispararle cuatro veces, hiriéndole el brazo, en un frustrado intento de homicidio. Años antes, Eulogio habría roto con Bombal, motivo por el cual ella incluso intentó quitarse la vida con un arma encontrada en el departamento de su propio amado. Mucho después, se enteró que este se casó. Entonces Bombal, dispuesta a todo, se propuso acabar con él, para vengar su corazón herido. Por este hecho, la escritora fue condenada a cuatro años de cárcel, pero finalmente consiguió ser absuelta, ya que Eulogio retiró los cargos en su contra. Tras esta calamidad, nunca más volvieron a verse. A Bombal le preguntaron una infinidad de veces por ese sangriento episodio. Sin embargo, ella siempre se negó a hablar. Siempre dio respuestas vagas hasta callar y guardar silencio de manera definitiva. “Al matarlo, mataba mi mala suerte, mataba mi chuncho”, confesó tiempo después.

Este caso sería único en la crónica roja de la literatura chilena, si no fuera por el crimen protagonizado por la escritora María Carolina Geel, un 14 de abril de 1955. Cuentan que ella iba saliendo del Hotel Crillón junto a su amante, Roberto Pumarino y, de pronto, sacó de su bolso un revólver para dispararle cinco veces a quemarropa, provocando su muerte en el acto. A diferencia del crimen de Bombal, aquí la victimaria sí logró su cometido. Cuando la policía y la prensa le preguntaron a Geel sobre las razones para matar a su amante, nunca respondió nada satisfactorio. La escritora siempre se mostró hermética ante el porqué de su crimen.

Se han intentado dilucidar las auténticas motivaciones de Geel para haber llegado a ese extremo. Todas, inexorablemente, son meras interpretaciones o especulaciones. Tal vez una pista remota respecto al por qué María Carolina Geel mató a su amante, se encuentre en su primera novela, publicada el año 1946, “El mundo dormido de Yenia”, que comienza con una cita de Nietzsche, muy reveladora en este sentido: “Amar y desaparecer: he ahí cosas aparejadas desde la eternidad. Querer amar es también estar pronto a la muerte”.

Hay en Bombal, sin duda, una obra visible, aunque un crimen prácticamente olvidado. En cambio, hay en Geel una obra mucho menos notoria, aunque un crimen consumado, del todo trascendente, al punto de dotar a la autora de un carácter de culto. ¿Fueron acaso los crímenes cometidos por estas escritoras, crímenes pasionales? ¿Tendrán estos hechos el poder de la interpelación poética o el suficiente impacto moralizante en la memoria literaria? No se sabe. Solo se puede afirmar que, pese a los antecedentes, ninguna de estas escritoras ha sido siquiera puesta en duda bajo el cedazo de la cancelación, odioso fenómeno que amenaza con destinar al olvido todas las grandes obras de la literatura universal solo por la cualidad humana de sus autores ¿únicamente, merced al genio, merced a la figura? Por eso, en honor a la literatura, habrá que seguir perdonando y consagrando a las escritoras del mañana, a pesar de sus excesos, para que ellas puedan seguir ajusticiando a los amores de su vida, con toda la belleza impune del nuevo canon.