sábado, 30 de abril de 2022

Ahora, queridos lectores, lárguense de esta casa virtual llena de censura, de odiosidad, rumores de pasillo, falsas acusaciones y posverdades, y cámbiense definitivamente a Twitter. Elon Musk, “el hombre más rico del mundo”, su dueño, el mismo que quiere conectarnos el cerebro a la nube y mandarnos a Marte, ha dicho que les asegurará el respeto a la libertad de expresión a todos, sin restricciones.
“Los maté porque eran personas malas, por eso les disparé”, dijo un caballero que el día jueves acribilló a una pareja de adultos mayores en Quilpué, en el sector de Mateo de Toro y Zambrano con Industrial. No se demoraron mucho en capturarlo y confesó rápidamente el crimen, sin dar otro motivo. Los fallecidos se solían colocar en aquel sector para vender leña. Según cuenta el fiscal del caso, “el hombre atraviesa la calle hacia el cerro y aparece una persona adulta en una bicicleta antigua, con una parrilla en la parte anterior (…). Desciende de la bicicleta, se dirige en la misma dirección en que momentos antes iba la persona que vende leña (…) en el mismo acto, la mujer que acompaña al hombre que vende leña cruza en la misma dirección y se escuchan al menos tres disparos, y solo regresa la persona adulta que toma la bicicleta, se sube y se desplaza por la misma calle Mateo Toro y Zambrano, perdiéndolo de vista”. El sonido de los disparos advirtió a la vecindad y el hecho de sangre vuelve a remecer a la ciudad del Sol, considerando que en el verano un joven había sido encontrado muerto por apuñalamiento y encima de una lavadora en una bodega del Belloto. “El horror, el horror”, diría el coronel Kurtz en Apocalipsis Now, y es que últimamente la violencia se ha vuelto la tónica de esta nueva normalidad pandémica, configurando un clima de incertidumbre hostil y dolorosa. La otrora ciudad el Sol se resiente. Se eclipsa el tono de la vida, pero la ciudadanía sigue dando vuelta la página como quien aprieta una vena infectada. Es tiempo de grandes cambios, pero también de grandes pérdidas. El apocalipsis es ahora, y cada quien se cree con el derecho de ajusticiar al otro, bajo su propia ley sanguinaria.
¿Quedarán acaso espacios en la sociedad de escritores y los círculos de poesía para quienes desconfían del proceso revolucionario y se bajan del carro de la victoria para abrazar el ostracismo y el escepticismo?