miércoles, 27 de agosto de 2014

La vida está en otra parte

En cierta forma, incluso a pesar del vanguardismo, el arte sigue siendo un escapismo. El hombre moderno parece que quiere huir de todos lados, hasta de si mismo. Aunque no deja de ser acogedor el seno de la ficción, la vida continúa estando en otra parte. Quizá sea Proust el representante màs potente de esa transmigración, cuando logra proyectar toda su vida a partir de una simple hoja de té, y amasa el tiempo perdido como si fuese hecho en casa. En ese puro acto queda envuelto. Todos quieren siempre ser otra cosa. Si se hiciese el ejercicio contrario, ya no ser otros, sino dejar de ser de una vez por todas, cercenamos en nosotros la cultura y quedamos desnudos como recièn expulsados de todo paraíso y con el miedo a lo desconocido como nuestro único abrigo, solo con el hambre de la significación. Entonces, en el fondo, el hambre es una categoría del espiritu. Y en ese sentido no hay diferencia entre el cavernario de Altamira y el solitario que escribe detrás de una pantalla, tratando de evitar lo inevitable, que todo es una ilusión y que todo dejará de ser inexorablemente.