sábado, 28 de septiembre de 2013

Una poética de la oscuridad



Echar a andar el engranaje del pensamiento para constatar que no produce sino su propia y adhesiva repetición... quizá sea posible concebirse, fuera de la rutina (o dentro de ella entre sus grietas), uno mismo como una máquina de excretar frases, simples sentencias que sean embriones de pensamiento total, a la manera de haikus o de parábolas indias, pensar así como ritual cognitivo para tu vida ta...nto psíquica como cívica, pensares equivalentes a musculaturas y respiraciones: un sístole díastole de escritura... el momento en que la letra entre sangrando en la vena y salga divorciada de algunos de tus orificios, de tu sistema completo... a la manera de una criatura, como el músculo del brazo o el sudor de una fiebre, ese puro proceso de adicción y de expulsión podría ser lo único, el placer y el deber escribir. Que los textos actuaran como molinos que emulen la violencia creadora de la sangre.

Ahora bien, es preciso que esa máquina de ficción en su curso inmortal purifique la falsa antinomia de los conceptos: la vida desconoce exclusividades, contiene las contradicciones porque son brochazos de un lienzo cósmico, no porque se borren a si mismas en él... los conceptos binarios como fisuras de un sistema nervioso: yo no amo sin odio, yo no vivo sin morir, yo no intuyo el núcleo sin la superficie, las cicatrices del pasado pueden ser surcos donde florezcan nuevos sentimientos... eso lo sabían los griegos: el paroxismo de las cosas diluye sus opuestos... pero para llegar a esa verdad es preciso atravesar todo lo intrincado de las oposiciones del mundo, sentir la adversidad en tus órganos, ser tu mismo en algún punto el engendro de la adversidad de tu mundo civilizado: para conquistar la abismal pulcritud de una realidad pura como hoja, es preciso que te deshagas y que seas más negro que la tinta, de esa forma iniciática se podría llegar a escribir en cierto punto de inflexión (una poética de la oscuridad) como ya lo revisaron Lihn, Millán y otros metapoetas... por eso, en parte, la crueldad de la que hablaba Artaud, a nivel ético, siendo duro consigo mismo para que en ese acto germine una nueva apertura en y desde los Otros, incipientes pero inherentes a esa cosmovisión. 

Con todo, y por todo lo anterior, no puedo ser positivo ni positivista: no puedo simplemente obviar el proceso vital del conocimiento, el ruido y el aceite de esa máquina, para al fin ser o debe ser, debo contaminarme de ese ruido y de ese aceite para saber, siquiera, para aprehender, concebirlo todo, para intuir la la paz auténtica de toda esa mecánica, una ecología de la mente (Bateson)... por eso, escribir implicaría volverse negro e indescifrable como tinta hasta que la página en blanco (tu realidad) aparezca virginal y total, como una ventana abierta después de tu primera y última noche de bodas (ejemplo puramente didáctico).

No es posible escribirse por entero, ergo, hago de mí una obra por correspondencia absoluta. Nadie ama a nadie, por lo tanto, en esa nada es posible que seamos oscura significación (como un vacío oriental), prodigios de oscuridad, sombras de mundos.