martes, 26 de septiembre de 2017

Última cena

Una noticia actual revela la diversidad de platos que le sirven a los condenados a muerte en Estados Unidos. Un caso reciente refiere a este como la "épica última cena". Se trata de un tal Keith Tharpe, culpable de violación y asesinato, que el próximo martes recibirá la inyección letal en la penitenciaria de Georgia. El acusado, según la propia página de la penitenciaria, ordenó pechugas de pollo picantes, un sándwich de carne asada con salsa, un sandwich de pescado, aros de cebolla, ‘tater tots’, pie de manzana y un batido de vainilla. Una dieta abundante en azucares y calorías para esperar la condena capital. Estómago lleno, corazón contento, dirán los más irónicos. El exceso de calorías en la cena de Tharpe se dice que sorprendió a las autoridades, considerándola una severa "burla". El hambre del sujeto parece que supera su propia conciencia. Hay ahí una bizarra relación entre la comida, la ley y la muerte no del todo digerida. La culpa como la indigestión del espíritu. Vigilar, comer y castigar.
"Me permito todo aquello a lo que puedo renunciar", decía Julius Evola. Sin esa bendita capacidad de renuncia ¿se podría ser realmente libre? Por todo aquello entiéndase la pedagogía, la literatura, el amor.
La conexión a internet cae. Doy con el dinosaurio pixelado en la pantalla. Símbolo de una comunicación extinta. Luego, por error, desplazo el cursor y el dinosaurio comienza a moverse a través de lo que parece ser un desierto. Un irónico juego offline. Perfecta metáfora de la realidad (virtual): un dinosaurio corriendo a través de un desierto infinito.