miércoles, 23 de abril de 2025

En virtud del Día del libro, conviene conocer las distintas lecturas de los candidatos presidenciales. Si no convencen sus ideas y sus propuestas políticas, puede que sí lo hagan sus preferencias literarias.
En el bloque de izquierda, Gonzalo Winter, candidato del Frente Amplio, recomendó el manga “Ataque a los Titanes, Antes de la Caída. Tomo 2” de Hajime Isayama. No dio ninguna justificación sobre su elección. Supongo que su juventud tiene mucho que ver. Carolina Tohá, candidata del PPD, propuso a Francisca Solar con su libro “El buzón de las impuras”. Según dijo, el libro “cuenta una historia que todos deberíamos conocer, como es el incendio de la Iglesia de la Compañía, pero también todo lo que pasó alrededor de eso, como la emancipación de las mujeres y la aparición de movimientos que criticaban a la Iglesia”. Jaime Mulet, candidato de Federación Regionalista Verde Social, leyó el libro “Desarrollo a escala humana” de Manfred Max-Neef y otros autores. Según él, “inspira, porque pone a la persona y el territorio en el centro, desafía a un modelo, y la verdad es que la economía y la política no son solo cifras y promedios, sino que pone en el centro al territorio”.
En el bloque de derecha, Johannes Kaiser, candidato por el Partido Nacional Libertario, está leyendo “El cero y el infinito” de Arthur Koestler. Kaiser señaló que “ese libro cambió la historia de la Francia de la posguerra”. José Antonio Kast, candidato por el Partido Republicano, propuso “Chile Tomado” de Iván Poduje. No dio ninguna justificación sobre el libro elegido, aunque el subtítulo puede ayudar: “pobreza, crimen, inmigración, narcotráfico”. Evelyn Matthei, candidata de Chile Vamos, por su parte, leyó “Equipo de rivales, el genio político de Abraham Lincoln” de Doris Kearns Goodwin. Sobre su elección, dijo que el libro “muestra la enorme habilidad política del presidente estadounidense Abraham Lincoln al integrar en su equipo a máximos rivales para sostener la unidad de las fuerzas políticas que se oponían a la esclavitud. Es una lección de cómo debemos deponer intereses personales y superar las diferencias en pos de un bien superior”.
En la carta independiente, Harold Mayne-Nicholls leyó “Los valientes están solos” de Roberto Saviano. El candidato indicó que el libro “aborda todo el tema de la justicia italiana contra la mafia en Sicilia. Vale la pena”. Finalmente, Franco Parisi, candidato del PDG, propuso como lectura el libro “Going infinite” de Michel Lewis. Parisi señaló que “es un autor que le gusta bastante. Se trata de las criptomonedas y un cabro que hizo las más grandes estafas. Lo interesante es que donaba mucha plata al Partido Demócratas de Estados Unidos”.
Sobre el profe Artés, no fue consultado y no hay ningún libro recomendado. Algunos suponen que pueda ser “El capital” de Marx o “Así se templó el acero” de Nikolai Ostrovski.
Si usted no entiende nada de ideologías ni de propuestas de programas de gobierno, siempre es bueno conocer las motivaciones y la psicología profunda de sus candidatos por su universo de lecturas. Como dice el viejo adagio: “por sus lecturas los conoceréis”.

Reflexión crítica (ejercicio para Políticas públicas)

El desarrollo de los estados modernos ha sido influido, en mayor medida, por los acontecimientos políticos ocurridos durante el periodo de la Ilustración y, más concretamente, por el republicanismo y el constitucionalismo posteriores a la Revolución Francesa. A partir de ahí se han consolidado muchos de los países que actualmente conforman el mapa mundial. Estos procesos, sin embargo, no han sido del todo pacíficos ni diplomáticos. Paradójicamente, muchas de las conquistas civilizatorias que hoy se dan por sentadas en prácticamente todo Occidente y Oriente, tales como el establecimiento de constituciones para cada Estado nación, la idea de democracia representativa y la soberanía popular, han sido instaladas mediante enfrentamientos de todo tipo. Es cosa de citar los procesos de independencia en muchos países de Latinoamérica y, sin ir más lejos, la serie de revoluciones, contrarrevoluciones y conflictos ocurridos durante las guerras mundiales del siglo XX, en prácticamente todo el mundo. Por todo esto, resulta una tarea titánica el poder legitimar aquellos principios establecidos en las constituciones de cada Estado soberano, sin antes proceder con una desconfianza radical, dados los antecedentes históricos.

En pleno siglo XXI, muchos de los estados modernos continúan con su propia estructura constitucional y con su propia soberanía, pero se ha acrecentado, en muchos frentes, una profunda crisis de representatividad política, un descontento ciudadano del pueblo contra sus gobiernos y contra el propio Estado. De un tiempo a esta parte, entrando en la segunda mitad de la década, ha aumentado dicha crisis, tanto a nivel nacional como internacional, producto de diversos factores muy complejos, como el advenimiento de la pandemia, la saturación del sistema financiero mundial, el despliegue de distintas revueltas e insurrecciones, el descrédito de los líderes políticos, el aumento del desarrollo tecnológico en desmedro del factor humano, la disolución de las identidades individuales y sociales y la falta de arraigo en una sociedad cada vez más “líquida”, parafraseando a Zygmunt Bauman.

Frente a este escenario adverso, se han llegado a cuestionar los propios valores promulgados durante el auge de las repúblicas modernas. Ya no resulta tan representativa una democracia que siempre favorece a una elite económica y a una casta política. Ya no parece que el Estado nación sea tan soberano, cuando los tratados internacionales y los intercambios comerciales con otros países se realizan sin consultar a la ciudadanía, y cuando esos mismos acuerdos están mediados por intereses de poder y de dominio, y ya no tanto por cuestiones valóricas, morales o siquiera ideológicas. ¿Es posible hablar de un Estado soberano cuando el conjunto de la sociedad ha perdido su sentido de identidad y de pertenencia con su nación? Como hubiera pensado el historiador Mario Góngora, la crisis del Estado en Chile en el siglo XX se ha vuelto un problema crucial, en circunstancias de que nuestra propia nación fue “pensada y creada por el Estado”. Dicha crisis tiene su propia historia y sus propios motivos, pero también es un reflejo de los avatares mundiales que se han precipitado en el último tiempo. En parte, la crisis del mundo en el presente siglo es también la nuestra. Para poder enfrentarla, hay que partir por recuperar nuestro sentido más profundo de soberanía.

Cardenio o el libro perdido de Shakespeare

Ni Cervantes ni Shakespeare se conocieron en persona, pero el dramaturgo habría leído el Quijote y, de hecho, habría escrito una obra protagonizada por un personaje de la novela. Esa obra se llama “La historia de Cardenio” y se basa en un episodio de la primera parte, aquel en el que se cuentan las aventuras amorosas de Cardenio con Luscinda. Para Cervantes, en cambio, Shakespeare nunca existió y, por lo tanto, nunca podría haber escrito ningún libro sobre ninguna de sus obras.

Se sabe que el escritor argentino Carlos Gamerro escribió una novela llamada “Cardenio”, en la que todo gira en torno a los rastros de aquella obra perdida. Con esto se demuestra, una vez más, otra de las tantas facetas del Quijote y su insuperable carácter poliédrico, capaz de envolver a sus contemporáneos y de volverlo todo una meta ficción prolongándose hasta nuestros tiempos.
La Unesco estableció el día internacional del libro y del derecho de autor un 23 de abril, para honrar la memoria de tres escritores que murieron ese mismo día, en 1616: Miguel de Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. En realidad, Cervantes murió un 22 de abril, pero la fecha de defunción oficial se anotó para el día siguiente, el día de su entierro. De esa forma, todo coincidió, y los tres escritores se convirtieron en el rostro visible de la efeméride del libro. Por otro lado, el hecho de que se trate de un español, un inglés y un mestizo tiene un simbolismo potente. Podría decirse entonces que, de acuerdo a estos parámetros, la "anglósfera" (Shakespeare) y la "hispanósfera" (Cervantes) determinan el canon literario para la posteridad en Occidente, y el Inca Garcilaso aporta el precedente mestizo, propiamente hispanoamericano.