sábado, 23 de mayo de 2015



Leo en el posteo de un amigo una palabra inaudita al hablar del romanticismo: desbloquear ese logro. La palabra logro asociada al sentimiento. En efecto todo lo que hemos conseguido con el paso del tiempo han sido únicamente logros materiales, y a duras penas, tales como la búsqueda de trabajo, la obtención de un título, la realización hasta cierto punto económica, una red de amigos aunque dispersa lo suficientemente larga para sobrellevar más de algún fin de semana. La llave del corazón aún no hemos podido desbloquearla del todo. A pesar de la educación y de los méritos, siempre bárbaros, siempre inocentes, siempre nuevos en términos sentimentales. Pienso en lugar de un ramo de educación cívica, en uno de educación sentimental (y, por añadidura, uno sexual). Esa debería ser la verdadera educación. Pero no. Nadie nos enseña. Y en eso consiste todo. Se trató siempre de aprenderlo por uno mismo, sin otro maestro que nuestros errores y silencios. Solo porque nos han roto el corazón podemos quizá llegar a desbloquearlo. Sentimos que estamos condenados a postergar el amor, demasiado desencantados pero también demasiado libres, la falta de compromiso en todos los planos de la vida a estas alturas parece nuestro sello de fábrica. Pero ahí seguimos, porfiadamente, viviendo de todos modos.