viernes, 16 de julio de 2021

Sé de gente que para sacarse el cacho de andar para todos lados con el bozal, lleva consigo una botella de agua mineral, simulando que se la toma a cada rato. O incluso, los fumadores, están en su salsa. Algunos, con tal de no usar la mascarilla, andan con el cigarro en la boca incluso sin haberlo encendido. ¿Qué otras maniobras existirán para sacarse de encima este desagradable hábito del bozal sanitario?

¡Zurdos, la derecha son ustedes! (Emmanuel Dannan)

“Lo que más me impresiona de mi generación es esta actitud de arrodillarse ante las propuestas del poder político y del poder mediático y creerse transgresores y rebeldes por ello. Esclavos perfectos, serviles a los medios hegemónicos, que celebran su falsa libertad en manifestaciones financiadas por el gobierno de turno con millonarios fondos del Estado, convencidos de estar rebelándose contra el status quo y el sistema, incapaces de pensar por un momento por sí mismos, y cuestionarse ¿qué clase de revolución es financiada por el Estado a través del poder político? (…) ¿Qué clase de revolución popular es dependiente del poder de turno y patalea cuando este no cumple con todos sus requisitos? ¿En dónde está la transgresión, si esta es financiada por el poder? Si esto fuera la Revolución Francesa, ustedes estarían sentados a la derecha, obedeciendo y aplaudiendo al rey, viéndose a ustedes mismos como Robespierre y acusando al resto de absolutistas. Muchachos, la derecha son ustedes. El status quo son ustedes. Los que están pegados al poder político y a los medios hegemónicos son ustedes”. Emmanuel Dannan.


A propósito de primarias: En 1925, Vicente Huidobro se lanzó a candidato presidencial. Según Tito Mundt habría sido una candidatura hecha “en broma”, más bien una suerte de "joda" (como dijesen algunos ex compañeros de la u), de performance antipoética o, tal vez, antitética, cuyo punto básico era “volar la entrada del cerro Santa Lucía que da a la Alameda”. La candidatura se habría venido abajo cuando en su proclamación, Huidobro habló de instaurar “la República de los Poetas”. Años más tarde, en los sesenta, se lanzó Neruda a candidato presidencial, con resultados similares, solo para renunciar luego en favor del candidato de la Unidad Popular, Salvador Allende. Los poetas, aspirantes secretos al poder pero finalmente adeptos a la derrota. Eternos candidatos a un gobierno que solo tiene cabida en sus metáforas y malabares léxicos.

Entrada republicada del período eleccionario 2017.
Fui a una picá de San Martín a comprar un completo. Llegué al filo de la hora del toque. Veinticinco para las diez. Estaba lleno como nunca. Mucha gente esperando los pedidos. Compré el completo rápidamente. Me tocó el número 12. Recién iban en el 7. Pensé que sería trámite corto, pero se pasó la hora volando. Dieron las diez veinte. Aún seguían en el pedido 9. De repente, de la nada, llegó una camioneta y se estacionó en toda la vereda, frente a la picá. Se bajó un milico con rifle, a lo Rambo. Todos miramos como diciendo "qué chucha". Detrás suyo, bajaron un par de chicas jóvenes de la Seremi de Salud. Caminaron hasta la picá y nos dijeron a todos que ya era hora del toque, por lo que teníamos solo dos opciones: arriesgarse a un acta sanitaria o irnos para la casa. "Estamos esperando hace media hora", dijo un compadre. "O esperamos lo nuestro o que nos devuelvan la plata", comentó su pareja. "No sé, pero ya es hora del toque. Deben regresar a sus casas, o tendremos que redactar un acta", volvió a advertir una de las chicas seremi, sumamente seria y protocolar. Una de dos: o me quedaba esperando o exigía mi plata y me iba, no fuera a ser que volviera con una multa (el completo más caro de la vida) o el milico se pusiera brígido y le saliera lo dictatorial. De pronto, se armó una mini protesta afuera de la picá, ante la demora de los pedidos. Chiflaban algunos. "Ya pue", decían otros, apurando la máquina. En eso, el milico se impacientó y se metió a la entrada de la picá. Llamó preguntando quién estaba a cargo, con voz fuerte y tosca. Justo cuando el milico se asomó, salió el cocinero apurado con los pedidos de toda la gente, derrumbándose en disculpas por la demora. "Disculpen, tuvimos un pequeño atado en la cocina", dijo el cocinero. "Señor, son más de las diez. Usted sabe que debe cerrar antes. A esa hora, solo puede atender a domicilio", volvió a advertir la chica seremi, más seria que nunca (qué pega más de mierda paquear a la gente). "Sí lo sé, señorita. Entrego esto y terminamos", dijo el cocinero, tratando de ser diplomático. Era difícil serlo, cuando un milico con fusil se te asomaba a la entrada de la picá, y una joven en mano con un papelito extraño te decía que te tenías que ir, porque esas eran las reglas. Todos habíamos cometido el ilícito de querer saciar el hambre sin respetar la ley sanitaria. El cocinero repartió todos los pedidos de una, como en una quermés. Tomé rápido el completo y me fui de ahí. Literalmente, ir a comerse un bajón a deshora se había vuelto un acto de imprudencia o de rebeldía, según cómo se mire. El hambre, en suma, había desafiado a la autoridad.