viernes, 14 de julio de 2017

Alone

Hay una anécdota, más legendaria que verídica, que cuenta el porqué del célebre seudónimo de Hernán Díaz Arrieta: Alone, que significa solo, solitario en inglés. Dicen que el Alone le fue otorgado por una mujer, Shade (sombra), una escritora anónima, de cierto prestigio en el Chile de comienzos de siglo XX. Según el propio Alone, su seudónimo lo siguió utilizando en realidad a modo de homenaje a aquella escritora, su primer amor platónico de juventud. El Alone le sirvió para firmar luego dos cuentas que publicó en la revista Pluma y Lápiz. A partir de ahí entonces se consagró a la crítica literaria. De su antigua y querida Shade, sin embargo, nunca volvió a saberse nada. Uno de los más reconocidos críticos literarios de Chile, bautizado por una mujer como Alone. El epítome, el colmo de la soledad. Podrá parecer una historia romántica pero también tiene mucho de ironía. La crítica como un ejercicio romántico y a la vez solitario, auto paródico.
Chucha, hace poco desperté y no sabía si estaba atrasado para ir a la pega o si solo debía seguir acostado, dejando que la música de la radio siguiese sonando. Fue tan incómodo que en su momento me urgí caleta. Habrá sido el insomnio, la desidia o solo una de las malas jugadas de la mente. En mi cabeza sonaba Im Going Home de Ten Years After luego de haber visto un par de películas hasta altas horas de la madrugada. Me hallaba volviendo de algún lado, pero no sabiendo hacia dónde ir, hasta que un golpe de frío desde la ventana abierta sirvió de paipazo. De cierta forma, el invierno me hizo volver en sí. El sueño me había arrebatado el juicio, mandándome a la cresta. Entonces respiré hondo, me asomé hacia la calle y bebí el último sorbo de café de la taza dejada sobre el velador.
Última de la NASA: La sonda espacial Juno sobrevoló directamente sobre la Gran Mancha Roja de Júpiter el lunes, pasando a una distancia de apenas 9000 kilómetros sobre la tormenta. Se sabe que es lo suficientemente grande como para cubrir la Tierra por completo y ha estado en actividad durante siglos. Seguramente nuestro propio sistema cósmico tiene, así, un efecto más psicodélico que cualquier sustancia o música en ácido. A eso se refería quizá Kubrick en aquella vieja entrevista ofrecida en una revista editada por Robert Anton Wilson: "la cruel pero bella indiferencia del Universo". El solo visionado de su forma despierta tanto la sensación de caos como la intuición de una belleza sublime por inabordable. Frente a esa impresión, el ego no puede sino zozobrar como ante una película con demasiadas capas de lectura. Entonces, qué es lo que esas fotografías de la gran mancha roja de Júpiter pueden comunicar o significar más allá de su propia majestuosidad. Algo similar recordé que se disputaba en una clase de psicología. En qué cambia el orden de lo humano, el orden material consuetudinario con un acercamiento o una imagen más viva de un fenómeno astronómico, a una distancia brutal de nuestro propio universo simbólico. Nada, a excepción de una vista más amplia. Una contemplación mucho más vivaz. La ciencia del cosmos no es útil. Su propósito podrá tener una intención política, incluso conspirativa, pero no arreglará nada. Las cuestiones trascendentes no sirven. No son su naturaleza servir. La ciencia del cosmos es como el arte del cine, no cambia la vida, pero sí cambia la perspectiva, la óptica bajo la cual esa vida avizora un camino, un visionado posible. Con todo, es imposible no asociar la gran mancha roja de Júpiter con 2001. Será porque las conquistas del espacio son solo comparables a las conquistas del celuloide y la imaginación.