lunes, 1 de junio de 2020

¿Estamos ante un “estallido social” yanqui? ¿un verdadero 18/10 gringo? Se ha creado una relación refleja entre lo que sucede actualmente en Estados Unidos producto del asesinato de George Floyd por parte de un policía, y lo que ocurrió en Chile el pasado 18 de octubre luego de una serie de evasiones al metro de Santiago que sirvieron como excusa para desplegar la insurrección colectiva (y, en cierta manera, política) que se prolonga hasta el día de hoy, si no fuera por el factor virus. Lo interesante en el caso gringo es que dicho estallido ha sido gatillado pese al contexto de la pandemia, en cambio acá la efervescencia ha permanecido un tanto a raya, al menos en lo que dure la proyección de aquí a fin de año, cuando se acerque la fecha del plebiscito por la Nueva Constitución. Yo diría que más que una relación estrictamente refleja, tal como han creído algunos sectores radicales, que insisten en ver en este estallido gringo una suerte de réplica de lo sucedido con el nuestro, lo que está pasando entre Estados Unidos y Chile es más bien una resonancia única entre distintos ánimos de disconformidad bajo diferentes contextos, cuyo impacto en el seno de la sociedad ha provocado ciertos puntos de simpatía, como es el caso de Gustavo Gatica con los manifestantes yanquis heridos en los ojos, o la frase ACAB que englobaría ahora no solo a los “pacos culiaos” sino que a la policía propiamente norteamericana. Y, sin ir más lejos, es cuestión de pensar en la población que se levanta contra Trump escondido en un bunker bajo la Casablanca y la gente que acá marchó en masa a lo largo de la Plaza Baquedano, proponiéndose llegar a la Moneda para encarar a Piñera. Si bien los levantamientos de ambos países pueden emparentarse, y se subentiende que sean respuestas a una “violencia estructural”, siguen siendo, sin embargo, producto de causas distintas, simplemente porque el presupuesto ideológico para nuestro estallido es muy particular, y estriba principalmente en la repulsa al llamado legado de Pinochet, es decir, el modelo económico y la Constitución política impuestos durante la dictadura, y esa repulsa ha surgido desde las bases mismas, teniendo una cierta articulación política desde la oposición y desde la izquierda. En cambio, el presupuesto para aquel estallido, el gringo, guarda relación con otro fenómeno. Como explicó Fernando Villegas en su canal, también se trata de una acumulación de descontento, pero tiene que ver más bien con dos cosas: por un lado, el resentimiento producido por la desigualdad entre aquella población que creyó en el sueño americano de la clase media y aquella elite intelectual que consiguió adaptarse a los nuevos tiempos en aras de la tecnologización de la sociedad; y por otro lado, la cólera de una masa crítica que, ante el incidente con George Floyd, ha vuelto a despertar los odios raciales que se creían superados, y que en la práctica continúan siendo un estigma social desde los tiempos del Ku Klux Klan y Martin Luther King. Por supuesto, y a propósito de los ciberataques de Anonymous, no faltarán las voces que insistan en que el problema de base del conflicto vivido tanto en Estados Unidos como en Chile por igual, lo conforma el imperialismo, el poder organizado, el capitalismo, y que aquellos que se rebelan contra esas fuerzas enemigas constituyen una sola voz unívoca, o a lo menos, un grupo heterogéneo levantado contra un adversario en común, pero con esta concepción maniquea pienso que se reduce demasiado la necesaria mirada histórica en torno a estos dos estallidos, so pena de subestimar sus alcances, sus circunstancias específicas, sus posibles sombras y luces, puesto que sus esquirlas alcanzan decididamente otros horizontes, otros caminos. Veremos entonces cómo evoluciona de aquí a futuro este estallido en Estados Unidos, sobre todo ahora que su realidad imita a DC y se parece a la última parte del Joker, y qué le depara a Chilito de aquí en adelante, dando fuertes señales de que la cosa está lejos de acabar, de que solo se está viviendo una tregua país para luego volver a la carga, con el odioso bicho como telón de fondo de una guerra planetaria.
Después de 3 años, Anonymous regresó y recargado, ya que en cuestión de horas atacó el sitio web del departamento de policía de Minneapolis; hackeó los radios del departamento de policía de Chicago y reprodujo la canción “Fuck the police” de N.W.A; viralizó documentos relacionados con el “Libro negro de Epstein”, donde se expone la posible conexión de varias personalidades de la política, la iglesia y el mundo del espectáculo anglosajón con secretas redes de pedofilia; expuso el presunto verdadero móvil de la muerte de la Princesa Diana (asociado directamente con lo anterior); y amenazó con exponer otros crímenes de parte del gobierno estadounidense a raíz de lo ocurrido con George Floyd. Si creímos que este 2020 solo era un remedo de Black Mirror, resulta que ahora es un episodio inédito de Mr Robot. Uno crudamente conspirativo.