martes, 2 de enero de 2024

Con todo, uno se da cuenta que casi cualquier relato o narrativa sobre la realidad, por infundada que parezca, se puede sostener con el suficiente lobby y el suficiente espacio o aparataje mediático. Es cosa de "saber hacerla", en buen chileno. Es un síntoma propio de lo posmoderno: relativizar la verdad al punto de volverla un discurso a articular a tu conveniencia. Lo vi y lo sigue viendo, no solo en política, también en círculos culturales y literarios, donde se supone esas lógicas pueden, por lo bajo, ser cuestionadas y, por el contrario, son, muchas veces, legitimadas. 
"Loco, sobrevivir es pa los vivos", literalmente, escuchado a un compadre en la calle. En todo caso: se requiere "ser vivo" para "estar vivo" en la coyuntura mundial en la que estamos viviendo. Siéntanse dichosos de estarla contando, bajo estas variables y circunstancias. Son tiempos brígidos, y solo los "vivos" sobreviven.
Mientras exista un sujeto, mientras haya una obsesión, mientras persevere una emoción, mientras permanezca algo inconcluso, la crónica se seguirá escribiendo.
Y en este nuevo año me pregunto: ¿El odio habrá acabado?