jueves, 23 de enero de 2025

Arde Hollywood, fábrica de sueños y pesadillas. ¿Qué hay detrás del velo sagrado?

Born and raised by those who praise control of population

Well, everybody's been there and I don't mean on vacation

First born unicorn

Hardcore soft porn

Dream of Californication

Destruction leads to a very rough road, but it also breeds creation

Red Hot Chili Peppers, Californication



Here in this hopeless fucking hole we call L.A.

The only way to fix it is to flush it all away

Any fucking time, any fucking day

Learn to swim

Tool, Aenima.



La otra noche vi la película Maxxxine (2024) de Ti West. En ella, una aspirante a actriz de cine (Mia Goth) lucha por conseguir un papel en una película de terror, bajo el contexto de Hollywood en los años 80, con referencias al heavy metal y al porno amateur, mientras un cruento asesino en serie acecha a las estrellas del mundo del espectáculo (clara alusión a Richard Ramírez, de quien Netflix hasta hizo un documental). La historia de Maxine Minx podría ser la propia historia, en versión cruda y slasher, de cualquier joven, hermosa y talentosa actriz que busca hacer realidad sus sueños de grandeza, y que “no estará dispuesta a aceptar una vida que no merece”.

Al día siguiente, me enteré del gran incendio en California que está lejos de ser controlado y que arrasó con los barrios de muchos actores reconocidos de la industria, entre ellos, Mel Gibson, quien ha sido señalado por los medios como un “conspiranoico”, precisamente por sus declaraciones en el programa de Joe Rogan, que apuntaban en contra de la corrupción de la industria hollywoodense, corrupción que involucra explotación de menores (véase la película Sonido de Libertad, dirigida por Alejandro Monteverde y citada por el propio Mel Gibson), extorsiones mafiosas, abusos, malos tratos, discriminaciones y una suma impresionante de excesos y delitos.

Algunos acérrimos creyentes han salido a la palestra, viendo en el gran incendio un castigo divino, la furia de Dios contra la herejía constante que desplegaron, un par de días antes, algunos actores y actrices de la industria durante la ceremonia de los Globos de Oro. O si vamos un poco más allá, un castigo celestial contra la Sodoma y Gomorra en que se ha convertido, tras destaparse, como en una olla a presión, sus vínculos con la mafia y los sonados casos de Harvey Weinstein, Jeffrey Epstein y “Diddy Combs”, entre tantos otros, desatando un verdadero pandemonio en el corazón del cine norteamericano. “El sueño de Californicación”, como cantaba Anthony Kiedis de los Red Hot Chili Peppers.

Poco tiempo después, el mundo del cine quedó consternado por la abrupta muerte de un creador, un verdadero cineasta, maestro del absurdo, el misterio y el sueño: David Lynch. Su cine, recordemos, sobre todo su “trilogía no oficial” de Los Angeles, conformada por Carretera perdida (1997), Mulholland Drive (2001) e Inland Empire (2006), exploraba una visión oscura de la célebre ciudad. Indagaba en sus sombras, develaba la dimensión pesadillesca de la “fábrica de sueños” que es, en el fondo, el séptimo arte. Se le ha llamado a su trilogía la “trilogía de la Metamorfosis”, un claro guiño a Kafka, toda vez que lo kafkiano también está presente en Lynch, y lo lyncheano propiamente tal, le hace justicia.

En medio de elegías y homenajes póstumos, el cine, aquella fábrica de ilusiones, perdía a uno de sus mejores artífices y a uno de sus magos blancos.

En el mismo día del cumpleaños de Lynch, un 20 enero de 2025, Donald Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos. Un escenario digno de pesadilla, dirán algunos, los más críticos de la figura del magnate. Otros, sus feligreses, dirán que se trata de un sueño encarnado, un mesías enviado. Mientras tanto, en medio de esta batahola, Hollywood sigue ardiendo.

“¿Qué relación podrán tener entre sí cada uno de estos hechos?”, se preguntará el neófito todavía no iniciado en estas cuestiones, limitado a una visión literal de la historia y de la contingencia. Si aguzara un poco más su visión, y se abriera a una interpretación simbólica, un poquito más allá de lo evidente, aquel neófito se daría cuenta que cada uno de estos acontecimientos encierra una verdad profunda, y sabrá leer los signos y la trama oculta que se teje entre ellos, la que resuena en consonancia con el espíritu del siglo y con la fuerza de los tiempos venideros.

Son tiempos de cambios violentos. Algunos ídolos caen. Dejan un legado en las estrellas. Otros ven caer sus ilusiones como árboles ardientes. También hay quienes sobreviven y se erigen en un podio para reclamar su porción de mundo y poner orden en el caos. Pero hablemos del fuego, aquel elemento que amenaza con destruirlo todo.

No es la primera vez que Hollywood se quema. De hecho, podemos decir que ha sido azotada por el fuego desde sus primeros años de gloria. Es cosa de remontarse al año 1933 y el incendio de Griffith Park. Los lugares y espacios afectados albergaban acuerdos millonarios y momentos icónicos, pero también misterios dignos de thriller y de cine negro. No solo se destruyeron inmuebles y cuestiones materiales, también fue destruido parte del legado de la llamada “meca” del cine. Experiencias, emociones, ideales, así como fantasías, pecados y secretos inconfesables, quedaron enterrados para siempre bajo los escombros. Conveniente para algunos, implicados hasta el tuétano. Desastroso, para otros, más ingenuos.

El fuego ha sacado a la luz rumores que se creían perdidos en el tiempo. Hay quienes señalan que algunas construcciones fueron levantadas sobre antiguos cementerios no registrados. La ciudad del celuloide sería, de esta forma, un pueblo encantado, una ciudad fantasma, repleta de muertos. Hay quienes, además, creen que Hollywood tuvo vínculos con sectas y grupos satánicos. De hecho, las prácticas paganas existen en California desde la época del Lejano Oeste.

Lo más espeluznante de todo es que las sectas ocultistas existen. Algunas de ellas han sido destapadas. La más reciente fue la de NXIVM, pero hay muchas otras. Es cosa de pensar en Stanley Kubrick y su película Ojos bien cerrados (1999). El misterio sobre su presunto asesinato por parte de los oscuros sigue siendo un asunto sin resolver, y alimenta la especulación sobre sociedades secretas de carácter hermético incidiendo, de forma conspirativa, en los avatares de la historia.

Sin duda, el fuego no perdona. No reconoce ni a ricos ni a pobres, ni a aspirantes ni a estrellas. Todo, bajo su manto abrasador, aparece como material susceptible de ignición, materia corruptible, por ende, materia incendiable. Por primera vez, en mucho tiempo, los que se creían intocables, los que hicieron el pacto mefistofélico con el poder para obtener belleza, fama y éxito, vuelven a sentir, en carne propia, su mortalidad, su fragilidad ante las fuerzas de la naturaleza, ¿o ante la ley del karma?

Pensemos, por un momento, en Lynch. Hagámoslo vivir, en medio de tanta penumbra. Su visión nos permitirá ver en Hollywood el “Bosque Sagrado”, un espacio ambivalente, que puede representar tanto el “Reino de la Luz” como la “Logia Negra”. En la legendaria serie Twin Peaks, este concepto quedaba expresado con maestría. El fuego, la esencia del fuego es dual, se asocia con el deseo y la destrucción, y también con la luz y la transformación. En alquimia, el fuego convierte lo fijo en volátil y descompone la materia en sus elementos constitutivos. Es decir, destruye para construir algo nuevo.

“El fuego camina conmigo”. El iniciado, el aspirante, pacta con fuerzas oscuras. Esotéricamente, se enfrenta a la prueba destructiva del fuego. Es un llamado a enfrentar el fuego, enfrentar el mal en su forma más cruda. A un nivel más abstracto, el fuego representa un símbolo de las pruebas espirituales y psicológicas, tanto el descenso al infierno como una oportunidad para la redención. El fuego consume, pero también purifica. Por lo mismo, el fuego abriga lo dual, el propio velo de la realidad.

Twin Peaks es el espacio en el que el antiguo arte y la filosofía oculta convergen para catalizar un proceso de transformación. Como en las grandes tradiciones esotéricas, Twin Peaks sugiere que el camino a la iluminación no está en la búsqueda de respuestas, sino que en la formulación de mejores preguntas. Se trata de una experiencia iniciática.

Entonces, el incendio del "Bosque sagrado", ¿fue solo un trágico desastre o fue intencional? ¿Fue todo una sumatoria de coincidencias, o estamos siendo testigos de un gran acto simbólico, un sacrificio, un rito purificador? En un lugar donde los mitos se entrelazan con la verdad enterrada, quizá nunca tengamos una respuesta concluyente.

El fuego, en definitiva, nos recuerda que todos, sin excepción, tenemos un doble oscuro al que hay que purgar para poder evolucionar. Y que si no somos lo suficientemente conscientes, podemos perecer, en un abrir y cerrar de ojos, sin alcanzar a ver los créditos finales de la película que nos han montado. ¿Quiénes? ¿Los directores en las sombras, responsables directos, los agentes que aún no se revelan y que se esconden tras bambalinas, proyectando su escenario perverso? Eso quedará a criterio de cada uno de nosotros, espectadores impertérritos, tratando de afinar el ojo para ver la salida del laberinto y no permanecer hipnotizados.