viernes, 11 de agosto de 2023

Un hombre había transitado desnudo por el centro de Valparaíso. Se le vio en la esquina de calle Molina con Avenida Brasil. Vecinos y transeúntes alertaron a seguridad ciudadana. El hombre, al parecer, estaba bajo la influencia de algún psicotrópico. Según informan, iba a ser detenido por “ofensas al pudor”. Lo más curioso de todo es que, al ser consultado, él dijo que se desnudó porque había terminado con su pareja sentimental. Dentro de su locura, el hombre se sentía desnudo de cuerpo entero. No solo por dentro, sino que también por fuera. Todos lo señalaban por su desnudez ambulante, pero nadie podría culparlo por tener el corazón roto. ¿Quién, de los transeúntes bien correctos y bien vestidos que lo rodeaban, siendo muy sinceros, podría culparlo por eso? Si fuera por algún mal de amor, prácticamente gran parte de Valparaíso debería circular por sus calles sin ropas. ¿Cómo sería un puerto de corazones y de ciudadanos al desnudo? El olor, de seguro, sería insoportable, aunque más insoportable sería lo que corroe por dentro a los porteños: su alma triste, su abandono, su intemperie. Recordé aquella frase de Cesare Pavese: “Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada”.