sábado, 14 de octubre de 2017

El Autor ha muerto. No es una sentencia pretenciosa en clave nietzscheana. Tampoco una paráfrasis a los dichos de Barthes. En realidad, el escritor anónimo que firmaba sus libros como "El Autor" ha muerto. Negrete Ruiz, su verdadero nombre, decía que prefería mantener su identidad en secreto, según dijo a El Mercurio porque "no me interesa que mi nombre aparezca en Google. Cuando tenga unas cuatro a seis novelas publicadas, quizá sea el momento. Para mí es importante que se asiente en el mercado la marca 'El Autor'. Aparte, si publicara con mi nombre no vendería nada, porque los lectores me conocen como 'El Autor'".

Divino Anticristo.


Una chica de colores vivos se sienta en el suelo del metro, justo a un costado de la puerta. Estación La Concepción. Se pone los audífonos y permanece en un tranquilo estado de evasión. No parecía perturbarle ni la gente pasajera ni el ajetreo de los ambulantes. En el lapso de unos veinte minutos, justo frente suyo, un loco vendedor de alfajores pasa de manera reiterada. Saluda de la mano a un compadre de guitarra que toca, en el mismo perímetro de la chica. Conversan cuestiones personales, echando la talla. Bromean sobre quien lograba "venderla" mejor. La chica, por algún desconocido motivo, los mira y comienza a sonreír. El loco de los alfajores, que le había echado el ojo, se da cuenta y sigue la corriente. Su breve e improvisada maniobra con su amigo el guitarrista había comenzado -seguramente- a raíz del gesto de la chica. Al advertir una segunda sonrisa, se retira a vender en el otro vagón. Vuelve luego y, esta vez, insiste en venderle un alfajor. No lo logra, a pesar de su simpatía. De esa forma, se despide del guitarrista que ya empezaba a colocar el amplificador, no sin antes regalarle un alfajor a la chica, justo al salir por la puerta hacia Estación Chorrillos. Efímero cruce de miradas. La muchacha guarda el alfajor en la mochila, se ajusta los audífonos y vuelve a su estado sereno, musical. El guitarrista, frente a frente, empieza tocando un tema de Gondwana, Sentimiento original. A medida que avanza, la gente impertérrita, casi impasible. Sin previo aviso, la muchacha que lucía en un principio completamente indiferente a cualquier otro estímulo que no fuese el de su playlist incógnito y personal, tararea de manera tenue y casi imperceptible, el estribillo del tema. Pasa, en una suerte de remix, a Armonía de Amor, y continúa el azaroso e involuntario dúo. En sus labios se deja leer claramente: "un sentimiento es un corazón". El guitarrista disimula pero no puede contenerse. Sigue así su rasgueo y su canto hasta que el metro avisa sobre el hecho de que había que cooperar por un mejor viaje para todos. La voz mecánica hace de contrapunto. El ruido habitual vuelve luego de solicitar la correspondiente limosna. El dúo se desarma entonces, producto del devenir de la máquina de hierro. La velocidad había invocado la música, pero ahora reinauguraba el silencio. De manera fugaz el guitarrista guarda su guitarra y su equipo, retirándose en el momento de solicitar la última cooperación voluntaria. La chica, seria, aún sentada en el suelo, vuelve así a su solitaria sesión, bajándose solo dos estaciones después.