lunes, 19 de marzo de 2018

Cuando revisaba un par de guías ayer domingo, sonaba en la radio la última parte de Another Brick in the wall, la del solo de Gilmour. Evoqué de inmediato el video clásico, la escena en la que los cabros chicos incendian el colegio y dejan la patá rebelándose en un acto anárquico. Durante la parte en la que arrastraban a su profesor autoritario, estaba revisando una pregunta reflexiva, no recuerdo cuál. Pero fue suficiente para plantear una especie de desafío. Queda formulado de la siguiente manera: Si ustedes, profesores llenos de vocación o de estoicismo laboral, se encontrasen en una situación idéntica, frente a frente a sus alumnos quemando la institución que les significó tantas horas de realización o de tortura ¿cuál sería su reacción inmediata?: 

1.- Un estupor irremediable, que les impediría tomar cartas en el asunto, y que los tendría a ustedes de rodillas, contemplando con impotencia el despliegue de destrucción de sus otrora alumnos, como en el relato mítico de la mujer de Lot o como en aquella escena realista de Tarkovsky en la película Sacrificio. 

2.- Una indignación inconmensurable, que los llevaría inútilmente a hacer todo lo posible por detener la cagá, llamando a los bomberos, a los pacos, a los colegas, a todo el mundo educativo, haciéndose las víctimas de un acto irracional que los dejaría literalmente en la calle, mientras tratan de apaciguar el ánimo exaltado de los cabros, ya imbuidos de un espíritu y una determinación fuera de serie. 

O 3.- un orgullo inexplicable, que les haría embargarse de emoción ante tan inaudita muestra de repulsa, y que incluso les impulsaría a animar a sus alumnos, colaborando con el desastre y siendo cómplice activo de la quema que liberó a esas jóvenes almas de una represión y un adoctrinamiento salvajes. 

La respuesta de cada uno, colegas, podría determinar su carácter y su futuro pedagógico.