viernes, 16 de septiembre de 2016

Sé de antiguos compañeros que siguieron la senda esperada después de haber egresado, orgullosos de haber comprado con su sueldo de profesor sus primeros "bienes" materiales. Uno decía estar contento por haber comprado su primer refrigerador. Otro por su primer LCD. Casi como si se tratase de hijos adoptivos o de alguna clase de fetiches personales. Al contrario de ellos, mi nivel de desprendimiento ha alcanzado límites sospechosos. Todavía arriendo. Y lo propio casi se ha reducido a la ropa, el notebook y la biblioteca. Ya casi olvidando la deuda millonaria que pesa sobre la conciencia, y que se olvida y se vive a pesar de ella como si no estuviese cuando en realidad sí lo está, paso los días solo deseando salir mentalmente ileso del trabajo, tratando de no desperdiciar la próxima idea a ser escrita, y los fines de semana, gastando lo poco que gano en libros y en juerga, buscando hacer buenas migas con algunos amigos y ojala por ahí conociendo una que otra cristiana con la cual sobrevivir la noche.