martes, 24 de noviembre de 2015

Sobre cómo soy amigable y democrático

Tener unos pocos amigos con los cuales se habla cuestiones efímeras; con los que se habla sobre sexo, política, literatura, cine, con un aire de snob universitario pero empobrecido, solo para pertenecer a alguna especie de grupo que va a la vanguardia y a la vez gruñe sobre la revolución a escondidas; otros con los que solo se pasa el tiempo maldiciendo el futuro, o, por el contrario, soñándolo entre mujeres y carrete, con los que se puede ser absolutamente idiota hasta el punto de la verguenza, y además, simular una adolescencia tardía; otros que son vivos haciendo contacto, desarrollando la vena social (cuestión en la que me declaro lego) para sacar utilidades y esencialmente buena pega, los que despiertan el lado más pragmático de la personalidad; algunas amigas, por otro lado, con las que se suele hablar asuntos más intimistas, personales, y sobre poesía, cultura en general, en un tono menos desatado, sin dejar de sonar auténtico, siempre guardando esa cuota de tensión; otro con el que incluso se puede tratar exclusivamente temas esotéricos y voladas relacionadas con el misticismo; y otros tantos que todavía existen en la imaginación, como una compañía ideal, o como rostros conocidos que aún esconden posibles aventuras y desventuras. Todo eso es mi idea personal sobre ser democrático.