jueves, 4 de agosto de 2016

Sobre "El soltero de la familia" de Daniel Osorio.



"El amor gusta más que el matrimonio, porque las novelas gustan más que la historia". Chamfort.


Tengo la vieja costumbre de ir a los cines solo. Las contadas veces que he ido con mujeres no ha sido tanto con el propósito de disfrutar la película por sí sola. Los hombres comprenderán por qué. Ir solo es en cierta medida ir libre de condicionamientos. Completamente arrojado a la tarea de sumergirse en el visionado. Sonará egoísta, sonará pedante, pero se trata de una decisión enteramente personal. Así fue como me dispuse a asistir a la función de la película "El soltero de la familia" de Daniel Osorio. El protagonista, el propio Osorio, de más de cuarenta años, dice ser un militante de la soltería. Cuestiona la idea de casarse desde su propia condición, y con ello todo lo que esa idea envuelve: el temor infundado al paso del tiempo, la propia obligación del vínculo sentimental. 

En una apuesta sumamente arriesgada, el protagonista expone su propia vida, desarrollando las aventuras y desventuras de la soltería. Por un lado, está el amigo abogado, que parece ser el demonio de su conciencia, que lo invita a reivindicar su soltería, aduciendo que el negocio del matrimonio no es rentable para nadie y que incluso resulta obsoleto. El propio protagonista, luego de la función, defendía la idea de que, al igual que en la novela de Edwards Bello, El inútil de la familia, el soltero vendría siendo una especie de Inútil para la sociedad. Conversando con su amigo abogado, le dice irónicamente que dedicarse a las letras será lo que le dará éxito, y que la carrera económica es simplemente la carrera fácil, la carrera de los que pretenden quedar bien, de los que pretenden “casarse” con el sistema. 

Conozco pocos escritores que hayan estado de acuerdo expresamente con el matrimonio, a estas alturas del partido, considerando que estamos en plena época del divorcio, del individualismo como bandera y de la emancipación de la mujer. La mayoría de las grandes plumas no hacen sino ironizar al respecto. Nietzsche, Wilde, Mark Twain, por citar algunos. “No puedo dejar de pensar en qué gran obra maestra no se ha hecho en soledad”. Replica el abogado. Nuestro protagonista responde, sarcástico: “Hijos”. El amigo abogado, una especie de soltero exitoso, canchero, en cierta medida, la otra cara de Osorio, le recalca que el casarse a estas alturas resulta poco rentable. Le hace ver a Osorio que ser soltero es lo más rentable dentro de una sociedad altamente competitiva. Una afirmación temeraria, sobre todo cuando se cuestiona directamente el sustrato mismo de la sociedad: la familia. Una crítica hacia el sistema de cosas debería pasar, para el abogado, por una crítica misma a la institución familiar. Hacia el matrimonio y su privatización de los sentimientos y el concepto de la propiedad. 

Por otro lado, en cambio, tenemos la voz de la familia y el psicólogo de Osorio, que vendrían siendo la voz de la sociedad, la mano invisible que obliga a aceptar las exigencias de una sociedad neurótica. Osorio en apariencia actúa de manera displicente, pero encierra en sí mismo las contradicciones humanas de la soltería, su paradoja afectiva y vital. Un compadre del público preguntaba respecto a la disyuntiva entre decidir estar solo o estar solo sencillamente por una cuestión de circunstancia. En la película Osorio repite muchas veces el estar convencido de que ser soltero es la mejor alternativa. Sin embargo, detrás de esa determinación, deja entrever que la idea de estar con una sola mujer de forma permanente también puede resultar deseable. Entonces se regocija en su pasado, en la posibilidad remota de un amor que pudo ser pero que por su miedo al compromiso se vio mermado. Osorio resulta paradójico en su soltería, aunque persiste en ella finalmente. Asume, estoicamente, el cuento que él mismo se ha creído. 

Una de sus ex, que el propio Osorio visita para el desarrollo de su película, le hace saber que su inclinación hacia una soltería radical también es un cuento que él se inventó para no enfrentarse a sí mismo. Osorio, a raíz de esto, y después de la película, concluye que nuestra propia vida está llena de cuentos que conforman nuestro imaginario y nuestra parada ante el mundo, solo que hay cuentos más populares que otros, más “rentables”, o, inclusive, más condescendientes con el sistema de cosas: el cuento del sueño americano, el cuento del amor eterno, el cuento de la igualdad en un mundo que poco a poco se va cayendo a pedazos. La ex de Osorio le hace saber a nuestro amigo soltero que hace falta salir un poco de uno mismo para darle otro vuelco a la vida, pero que, sin embargo, el cuento que nos creemos será el que determinará, a fin de cuentas, hacia donde irá nuestra respectiva micro.
La inquilina misteriosa que aloja en una pieza al lado, la misma que una vez me pidió ayudarle con una maleta pesada, ahora pica unas ensaladas en la cocina, solitaria como ella misma. No había nadie más. Un cuadro a lo Hopper, a solo unos metros de la propia habitación. Voy a la cocina por un poco de agua, para tomar el café después de almorzar. Le pregunto si puedo robarle agua del hervidor, que ella evidentemente había hervido para lo que está cocinando. Asiente sin problemas. Me dice que el calefont ya se ha arreglado solo, que ya no es necesario cambiarlo, como pensaba el arrendador. Luego de conversar con ella, vuelvo a la pieza con la taza de café en la mano. Un rayo de sol impacta desde la ventana entreabierta como para completar la escena. La chica también vuelve a su habitación con un plato de comida caliente. Inevitablemente, las aguas se dividen. De repente, parece que la soledad misma del departamento comenzara a hervir, producto de su propia combustión.

AFPs

En la entrevista de anoche, José Piñera comparó el sistema de fondos AFP con un Mercedes Benz. A pesar del efectismo de su argumento, no pudo haberlo representado mejor: el dinero de todos haciendo funcionar una máquina de lujo que corre perfectamente solo para el sujeto y sus copilotos. Como no hizo otra cosa que defenderse, ese fue el mayor argumento a su favor. Sin embargo, cualquiera sabe que ninguno de los afiliados podrá siquiera comprarse algo cercano a ese modelo de auto con el monto de sus pensiones. Eso demuestra que, al menos a nivel discursivo, se le ha ganado una victoria pírrica.