miércoles, 11 de noviembre de 2015

Tres tipos de clases

A lo largo del año, en base a una relativa experiencia previa y alguna cuota de despropósito, he podido distinguir tres tipos de clases. Primero, las llamadas anti clases, aquellas en las que se pierden los límites, donde no se sabe si el curso ha llevado al extremo el horizonte autodidacta o lisa y llanamente se ha perdido el control del timón. Están además las clases en blanco, donde los estudiantes apenas esbozan uno que otro gesto dominados por la desidia o por alguna clase de apatía sin causa evidente, a pesar de estar todos los elementos dispuestos para que suceda algo. Y, por último, las no clases, donde en estricto rigor no hay clase pese a la planificación previa, ya sea por inasistencia completa o por motivo de fuerza mayor. Cada una de estas clases se pueden definir en analogía con actos artísticos de vanguardia. Una anti clase, por ejemplo, puede compararse con alguna obra excesiva, hecha así a propósito para joder al público, y "escandalizar a la burguesía (o al profesorado)". La clase en blanco, la cual adquiere un tono más ceremonial pero en un sentido distinto, de falta de reverencia, de sentido, podría ser comparable a alguna obra existencialista, llena de asco y contemplación. Y la no clase, más cercana a la obra en ausencia, puede llegar a ser un ready made dadaísta o alguna de esas performances en las que el autor no hace nada y solo por el hecho de que él dice que allí hay algo lo hay. Sería la pura idea. La pura iniciativa. Y solo por el hecho de estar ahí el artista, suponiendo que el artista sea esta vez el profesor, y no necesariamente los estudiantes (ausentes de la clase). Algo más o menos así sucede cuando la pedagogía, como el arte en general, se desvía de la norma.