viernes, 31 de mayo de 2019

"Cobro 10 lucas la hora", le respondí hoy a una alumna que me había consultado por clases particulares, para reforzamiento de lenguaje. "Barato", dijo ella, convencida sobre el precio del servicio. Una compañera suya, que estaba cerca, y había escuchado la conversación, se sorprendió y preguntó en qué andanza rara andaba. "¿10 lucas la hora? Profe, cuente, ¿en qué anda?", volvió a preguntar, insistente como ella sola. La otra cachó la talla, pero se quedó piola a un costado del asiento. "Lo que cobro por clase hecha pues", le dije a aquella chica, despejando cualquier clase de duda sobre mi integridad profesional. "No vaya a pensar otra cosa", le repetí. "Aaaah ya", remató la alumna, atreviéndose a insinuar, aunque fuese en broma, que su profesor podía estar incurriendo en alguna clase de emprendimiento carnal para poder sumar ingresos y llegar así a fin de mes, airoso, exultante.