miércoles, 13 de julio de 2016

Cine Grill Central

Cada vez que paso frente al Cine Grill central de Calle Condell me topo con un afiche distinto, tendiente con el tiempo a la sugerencia erótica más que a la pornografía pura y dura. Pareciera que junto con el local envejece también el gusto, haciéndose más sutil. No se sabe si esa sutileza viene dada por una estrategia revitalizante o sencillamente por una suerte de cansancio. Nunca he ido a ese cine, a excepción de cuando daban funciones de cine arte de insomnia. Nunca he sentido la necesidad de ir (aunque sí el impulso). No imagino cómo será por dentro la experiencia ni qué cosas suceden o se mueven dentro, aparte de órganos y de miradas. Debe ser quizá algo así como el cine que frecuentaba Travis Brickle en Taxi Driver, pero a la manera porteña, es decir, a una manera excéntrica. Una suerte de patrimonio subterráneo sobrevive en ese antro de voyerismo, pese a la invasión de internet y los sitios de sexo en línea. Se ve a los viejos interesados llegar tarde a la función vespertina. Quizá ignorantes de la nueva eclosión virtual. O quizá sencillamente vueltos unos animales de costumbre. Algunos saliendo miran hacia ambos lados de la calle como temiendo ser delatados. Hay algo en ese tabú, en esa oscuridad vergonzosa que atrae. Que lo vuelve una actividad de culto. Nunca será siempre lo mismo, a pesar de que todos sepamos cómo acaba.