lunes, 3 de septiembre de 2018

Se sabe que cuando Einstein emigró a EEUU, conoció a Thomas Mann, quien le prestó La metamorfosis de Kafka. Einstein la empezó a leer y se la devolvió, no pudo tolerar su lectura. Casualmente, La metamorfosis fue publicada casi durante los mismos años en que Einstein publicó La teoría general de la relatividad. No dijo lo mismo respecto a Los hermanos Karamazov, novela que le fascinó sobremanera. Fue tanto que se atrevió a decir que aprendió más de esa novela que de cualquier pensador científico, incluso más que de Karl Grauss, pionero de la geometría no euclidiana. ¿Qué había de fascinante en Dostoievski que lo volvía irresistible a los ojos del científico? Digamos que un cierto entendimiento del tiempo, el espacio y el universo que puede ser compatible al de la teoría de la relatividad general. Ahora ¿Qué había de intolerable en Kafka que Einstein no pudo siquiera acabar de leerlo? No se puede explicar a ciencia cierta. Esa incertidumbre respecto a la anécdota puede interpretarse como una respuesta en sí misma. La preferencia lectora de Einstein encierra una interrogante. Tal vez se trataba de la reticencia del científico a considerar lo kafkiano como una posibilidad cósmica. O tal vez solo su interpretación de la novela como algo demasiado complejo para el cerebro humano. ¿Seguirá siendo lo kafkiano algo irreconciliable con el pensamiento científico? ¿Existirán científicos que sigan leyendo a Kafka con el mismo recelo de antaño? Cuestionamientos inútiles que me fascinan.