viernes, 30 de diciembre de 2016

Último día

Último día. Llamo al instituto por el pago. Me responde secretaria nueva. Me señala que envió el jueves un correo con los detalles de la remuneración. Reviso el correo atrasado, con la mirada entreabierta por la mañana, producto de la caña de la noche anterior. Voy al instituto entonces a entregar el resumen de las planificaciones del año, garantía de pago íntegro, dado que Diciembre no se trabajó. Lo curioso es que no hice aquel resumen durante todo este tiempo, salvo en la mañana cuando debía entregarlo y recibir el sueldo correspondiente. La sombra de la procrastinación persiste. Al terminar el tiempo contractual, todo parece dilatarse, para acabar en un contrapunto inesperado. La dispersión recobra terreno, la obligación toma un atajo. Muchas cosas cambian sin siquiera advertirlo. Lo que no se estipula en el contrato persiste escondido. La vida misma en sociedad, lo que yo llamaría el contrato oculto. El contrato tácito. La secretaria, previsora, se percata del hecho, y me entrega el resumen de otro profesor como modelo. Es fin de año, relájese, parecía decir. En cuanto llega la Utp, se le entrega el resumen. Pregunta si recibí el cheque. Apura para que vaya a cobrarlo. En el detalle del contrato literal sale que mis servicios son considerados para el próximo año. En el camino a cobrar el cheque, sin embargo, el contrato oculto se manifiesta. La Utp llama de vuelta. Al parecer requiere mi presencia para un asunto pendiente, particular. La Utp acaba diciendo "Usted sabe muy bien el motivo". Se despide con un felices fiestas. Le devuelvo también las felicitaciones de rigor. El motivo de aquella reunión extraordinaria, entonces, se vuelve tácito. Queda la interrogante instalada. Lo que no está escrito se hace notar. Aun así, cuelgo con la conciencia tranquila, con la única certeza de que el año lectivo se cierra, ofreciendo más preguntas que respuestas.
Otro suicida en el Costanera Center. Los titulares son kafkianos. "El mall retoma sus funciones con total normalidad". La indignación de la gente no se hace esperar. La crítica sobre la frialdad de la operación, sobre la indiferencia del consumidor medio, sobre la falta de humanidad del personal. Por un sentido ético, de empatía, el Mall debería ser suspendido por motivo de duelo. Sin embargo, esto no ocurrirá. La maquinaria del mercado es demasiado grande. Devora hasta el más arraigado sentido común. Crea su propio sentido de acuerdo a la oferta y demanda. Un sentido eminentemente comercial. Más allá de la discusión moralista. Un suicida más, un suicida menos. Para los grandes interesados, solo un número, una cifra. Una cuestión cuantitativa. Jamás cualitativa. La palabra humano, bajo su ley, solo cuenta como recurso.