jueves, 27 de abril de 2023

"El temor salió a las calles a robar, cree que todo le pertenece. Su corona reina en un infierno y se propaga por el frío.
No hay salida, no se puede huir, solo puedo caminar por el frío con mi taza de café. Y es que la mala suerte no es un virus, sino que yo deje de vivir aún cuando tengo vida.
Aunque el mundo entero llore y estornudos de lágrimas corran como maldición, me rehuso a ser cobarde en un universo que no está hecho para eso."

Texto de Hugo "Malasangre" Vega, ex profesor de lenguaje, guardia municipal, amigo.

"Profe, ¿por qué hace las pruebas tan largas?", preguntó un alumno en la mañana, preocupado por la extensión de la prueba sobre la unidad de la libertad y el Romanticismo. Misma preocupación expresaron varios de sus compañeros. La respuesta que les di era pedagógica: hacía pruebas largas para desafiarlos y para que pusieran a prueba su inteligencia. "No nos engañe, usted nos quiere hacer sufrir", replicó otro alumno, comentario que fue apañado por varios. "Bueno, sufriendo se aprende", les respondí, con suma claridad, cuestión que dejó intrigados a algunos, los menos atentos, todavía sin poder entender el sentido de tantas páginas y tanto texto para las evaluaciones.

La verdad es que el hecho de hacer pruebas largas para la literatura se ha vuelto un desafío en sí mismo. También hice hace poco una prueba para Cuarto Medio sobre Apuntes de fin de siglo de Eduardo Galeano. Tenía que crearla contrarreloj para tomarla el martes. Lo que hice fue seleccionar once ensayos y textos críticos del autor y luego formulé preguntas de interpretación y reflexión para cada uno, cubriendo así dos de las tres habilidades que exige el Departamento de Lenguaje. Las de interpretación son del tipo "parafrasear la tesis del autor y explicar sus principales argumentos". Las de reflexión son un poco más sesudas y apuntarán a muscular el pensamiento crítico. Así, por ejemplo, en muchas de las preguntas referentes a la posición política de Galeano sobre diversas cuestiones que aquejan a Latinoamérica, les preguntaré a los cabros si acaso creen que la visión del escritor tiene sentido con la realidad latinoamericana, si tiene aún vigencia y por qué, señalando una serie de argumentos basados en citas de los mismos artículos. Ante estas preguntas, los cabros podrán optar a elegir cinco de once textos, y además podrán usar los apuntes que hayan hecho en clases. Bastante generoso, en todo caso, pero el punto es que los cabros puedan dar rienda suelta a su capacidad de argumentación y a su postura personal respecto a la lectura, sin condicionarlos a una pura perspectiva.

Hubo un tiempo en que reciclaba pruebas para los mismos cursos, año tras año, confiado en la eficacia del reciclaje de contenidos y objetivos, pero, conforme la carga horaria se ha hecho más estrecha, al ritmo del mantra de los tiempos, he tenido que hacer mis propias pruebas originales, mediante una extraña poiesis evaluativa. He tenido que echar mano de mis dotes de narrador y de cronista para poder armar una prueba digna de cuento. Ya no los monstruos de Frankenstein que nacían invictos, románticos, en su incoherencia de origen, sino que esos auténticos artefactos evaluativos que apuestan a ser una obra por sí sola, una obra que merezca el calificativo de literatura, por el solo hecho de su esfuerzo y de su forma, obra que, a su vez, podría ser reciclada hasta el hartazgo por alguno que otro colega en apuros, o bien, manipulada por algún apoderado inescrupuloso como prueba de incriminación ante un futuro agobio académico.