domingo, 25 de septiembre de 2022

EPITAFIO: HORDA DE PERROS Y NARCOFASCISMO, Lucy Oporto Valencia

"Es tarde. Ni la Concertación rediviva (Amarillos por Chile), ni las imploraciones a la Convención Constitucional, como quien viene recién despertando de la hipnosis barbárica, ni el sedicioso y obsceno “partido octubrista”, intocable, impune e inmune a la crítica en su autorreferencia y mezquindad inherentes al lumpenfascismo y el lumpenconsumismo, de los que aquél es una manifestación, serán capaces de superar la degradación espiritual constitutiva de la sociedad de consumo, la industria del envilecimiento y su apoteosis: el narcofascismo, ese imperio de la abyección, la ruina y el vacío del alma, colectivamente legitimado desde escudos sociales.

En suma, la escalada de la violencia, la lumpenización y la barbarie; su permisividad y legitimación a discreción y por conveniencia en distintos niveles; la instauración de la anomia en y desde el núcleo del Gobierno y el Estado, y, por último, la impunidad y la precipitación de la disolución del Estado de derecho, son funcionales a la expansión territorial y la entronización del narcofascismo y su corolario: la extinción de lo humano.

He escuchado a gente antigua, con amplia y profunda experiencia del horror y, sobre todo, con dolorosa y dura conciencia de sí, temer lo peor: el hundimiento de Chile en una última oscuridad.

Vivan y mueran, chilenos, con la impronta de esta condena a la imposibilidad de esa superación de la barbarie como un veneno. Soporten este vasto proceso de disolución que pudiera extenderse hasta lo indeterminado e incomprensible: los que queden, y los que nazcan o sean arrojados a esta tierra inhabitable, a mansalva, si tienen fuerza, conciencia, decencia y valor para ello."

Valparaíso, la miserable, ruinosa e inmunda ciudad, 21-24 octubre 2021/3-28 marzo 2022

El adiós al tenis de Roger Federer

¿Qué tendrá que ver la poesía y la literatura con el tenis? Todo que ver. El adiós al tenis de Roger Federer es el adiós a un mito del deporte, y el deporte puede entenderse como poesía en acción. Y no lo digo yo: lo afirma, con vehemencia, el gran escritor David Foster Wallace. Republico un estado que había escrito hace tiempo, sobre esta vital analogía:
En "Roger Federer como una experiencia religiosa", David Foster Wallace ya se refería al tenista como una suerte de genio. Un genio no imitable. Ofrece por lo menos dos explicaciones. Una, más misteriosa y metafísica, que se acerca, según él, a la verdad; y otra, más técnica y netamente deportiva, que produce mejor publicidad. Lo más inaudito es que pone en analogía el juego del tenista con el de Nadal, este último, de pura inspiración, aguante, frente al primero, de cualidad extraordinaria. Comparable quizá a esa clase de "avataras", leyendas del deporte, como por ejemplo, Alí en el mundo del boxeo. Las palabras de Foster Wallace en el artículo poseen no solo un correlato apologético, sino que un trasfondo visionario, como si se hubiese adelantado al triunfo de Federer, tan solo con describir sus aptitudes en el campo. Esto quizá se deba al hecho de que en el deporte la figura adquiere una cualidad super humana solo comparable a la de los héroes campbellianos. Allí la gloria representa la totalidad de la experiencia. Además el código del deporte es lo más cercano a esa reminiscencia del código de la guerra clásico, en el cual el triunfo significaba no solo colonizar al otro, sino que superarse a sí mismo en contra de toda expectativa. Por eso explica Foster Wallace: "... los códigos de la guerra les resultan más seguros a las personas que los códigos del amor". En el deporte siempre habrá un ganador. Y ese ganador puede hacer la diferencia con el resto. Volverse mito. Y a la vez inspirar a un universo de aspirantes. En el amor, en cambio, las reglas del juego nunca se definen del todo. El mismo tiro que te sirvió para hacer un ace puede hacerte caer fuera de juego, en otro partido. Esa es la gracia de jugar: que las reglas nunca sean las mismas, siempre. Y que la pasión sea capaz de romper la regla, para coronar la excepción, contra todo pronóstico.
Decía Robert Musil: "El triunfo de un caballo de carrera o de un deportista es inapelable, medido sin discusión".

Hay quienes, como Gaspar Rivas, sostienen que el 4 de septiembre, con el triunfo del Rechazo, murió la agenda de deconstrucción cultural que pretendía ser implantada por la izquierda radical. Rivas conjuga el octubrismo con el ñuñoísmo y plantea que se mataron dos pájaros de un tiro en las urnas. No puedo estar más en desacuerdo. Si bien la agenda progre fue detenida aquel día, está lejos de ser vencida. Además, el progresismo ñuñoíno ya no tiene nada que ver con el espíritu octubrista desatado el 18/10. Este último impulsó el proceso constituyente, carro de la victoria al cual se subieron los progres, pero su ola nihilista arrasa incluso con la pretensión de un Acuerdo institucionalizado entre los actores políticos. Por esto, concuerdo más, desde otra vereda, con la visión de Jorge Alberto Collao, escritor de ciencia ficción y activista social, quien sostiene que aquel 4 de septiembre, lo que fue atacado de gravedad fue el “noviembrismo” (representado por el Acuerdo por la Paz del 16 de noviembre del 2019), no el octubrismo, y este ha llegado para quedarse y recobrar energías. Su “Fuerza de Marea”, según él, conformada por muchas micro orgánicas o micro resistencias, está expandiendo sus redes, a tal punto que continúa conformando diversos frentes de lucha y tensionando el tejido social. Los que resentirán una probable “insurrección 2.0” o una “nueva asonada”, por no decir, “estallido”, serán los que hoy forman parte de la coalición de gobierno y que, en su momento, estaban del lado de la oposición. Aquellos que pretendieron canalizar o colonizar el espíritu octubrista, mediante un noviembrismo cocinado de manera vertical, hoy se ven enfrentados a las consecuencias de una hibris política sin precedentes.

Nimá Yushich y la revolución de la poesía iraní

Ya que en Irán se levantan contra el régimen islámico, viene a cuento a un revolucionario de la poesía. Se trata de Nimá Yushich (1897-1960), poeta iraní conocido como el “padre de la poesía persa moderna”. Creó una forma poética en verso libre que fue en contra de las restricciones de la rima y la métrica tradicionales, todo lo cual le valió una poderosa influencia sobre los noveles poetas de Irán, dada sus innovaciones en la forma y el estilo. Se impuso a través de su propia poética, en un momento en que nadie había logrado liberar, con éxito, a la poesía persa de una decadencia que era producto de la hegemonía de la prosodia sobre el contenido. De esta manera, la poesía de su tierra cobró, después de siglos, la libertad creativa y formal de la prosa.

La liberación de la poesía nimáica rima con los levantamientos sociales ocurridos en Irán. En una coyuntura histórica repleta de incertidumbre planetaria, telón de fondo bélico, “estallidos”, insurrecciones, reseteos mundiales y “primaveras árabes”, su poesía resuena en el imaginario cual canto elegiaco para un mundo ad portas de una gran tribulación.

El poema La noche bien podría ser una premonición simbólica del futuro o una alegoría mítica de nuestro tiempo, de todos los tiempos:


Es la noche

Una noche de profunda oscuridad

En una rama del viejo árbol de higos

Una rana croa sin cesar

Prediciendo una tormenta

Y yo estoy ahogado en miedo.


Es la noche

Y con la noche el mundo se ve

Como un cadáver en la tumba;

Y tengo miedo y me digo:

“¿Qué tal si cae una lluvia torrencial en todos lados?

¿Qué tal si la lluvia no se detiene

Sino hasta que la Tierra se hunda en el agua

Como un pequeño barco?”.


En esta noche de horrenda oscuridad

¿Quién puede decir cómo vamos a estar

Cuando amanezca?

¿La luz de la mañana hará

La temible cara de la tormenta

Desaparecer?