sábado, 9 de octubre de 2021

Tiempo hace que no me tocaba una alumna escritora. Ella me mandó un correo largo en el que me confesó que escribe, y lo hace, según ella, debido al bullying por el que pasó en la otra escuela. Dijo que prefería mantener esta afición en privado, porque, a su juicio, no todos saben apreciar el arte de las palabras, y cita: “las palabras tienen un gran poder, tanto para abrigar un corazón ajeno como para enfriarlo”. Se atrevió a revelarme este su secreto de escritura, luego de haberle contado que yo también escribía. Tras esta confesión, me mandó algunos textos suyos, una prosa y un poema, que son fragmentos de un solo escrito. Dijo que solo deseaba compartirlos para poder darles una lectura a conciencia. La chica insistió en que su estado emocional no ha sido muy bueno últimamente, y que por eso había tenido que ausentarse de clases. Así, concluyó señalando que ese tiempo libre bajo el encierro lo había pasado precisamente revisando su humilde trabajo. Ante sus sentidos dichos, solo puedo decir que la joven estudiante está descubriendo lo que todo escritor en ciernes palpa o presiente, al menos, de manera incipiente, en algún momento de su vida: ese impulso, ese llamado, esa suerte de tabú discursivo u oficio culposo. Eso resulta intransferible, irreductible al individuo, y jamás se puede enseñar. Siempre es algo que sorprende gratamente. Hay un boca a boca en la mente de los escritores que los sintoniza con un espíritu en común, un ánimo recóndito de sublimación, venganza o sencillamente una pasión sin horizonte reconocible.

A continuación, comparto un par de textos de la alumna escritora:

Te escribí una lista titulada "Lo que no me animo a decirte."

Entre sus ítems puse cosas inconsecuentemente honestas, expresiones de afecto que se me atoraban en la garganta.

Algunas te las dije en el tiempo desde que empecé a notarlas y el momento en que todo terminó, muchas otras van a quedar siempre anidadas en la base de mis cuerdas vocales, y arriba de ellas, impidiéndoles el paso, va a alojarse eternamente la angustia de ya no poder decírtelas.

No sé bien qué mierda estaba pensando cuando escribí la lista.

Quizá era tan intensa la emoción tras esas palabras, que sentía que si no las sacaba de alguna forma, se iban a materializar adentro mío y acumularse hasta implosionar.

Quizá la escribí esperando que la encontrarás de alguna forma, por esas vueltas de la vida, y poder decírtelas sin tener que decirlas, como la gente en las películas que esconde anillos de compromiso en comida, por la sorpresa pero también porque es una manera de recibir respuestas a aquello que se teme preguntar.

Quizás, también, las escribí para releerlas el día que ya fuera tarde para hablarlas, y clavármelas como puñales, abriendo heridas que no sanen, o que dejen cicatrices grotescamente horribles, para que me recuerden siempre que las palabras más dolorosas son las que se callan, y no volver a cometer el mismo error de no decir lo que siento, que no me vuelva a pasar nunca esta experiencia de mierda de que se marchiten frases tan dulces hasta hacerse amargas y venenosas.

Quizás no pensé en nada de todo esto antes de hacer la puta lista, y lo pienso ahora que no es más que una ola de oportunidades perdidas.

Quizás me digo que "quizás es así" por no animarme a afirmar que lo es, así como no me animé a decirte esas cosas, por la misma cobardía añeja que se pudre adentro mío, deteriorándome poco a poco, segundo a segundo, ítem a ítem

***

Quiero sacarme la piel, y ponerme otra sin cicatrices

O talvez quedarme así, expuesta y vulnerable...

Siendo nada más que una silueta De hueso y carne

Sin huella de las personas que alguna vez me hicieron mal

Y dejaron a su paso un dolor visceral que a veces,

En mis peores días, me cierra la garganta y me sofoca

Quiero dejar de arrastrar los "qué hubiera pasado y si..."

Los ecos de pena y los cadáveres de ilusiones rotas

Quiero quemar las cartas que no escribí, pero solo las tristes

Sin importar que de ser así, solo quedarían unas pocas

Quiero sentir sin pensar o quizás solo dejar de pensar que estoy loca

No encontrar paz solo si me pasó de copas.

Soñar de nuevo sin manchar fantasías con peros,

Que la palabra tristeza No se me quede corta

Para explicar que es lo que me abruma y desborda.

Dormir sin pesadillas, o soñar que no soy yo sino otra

Quiero excitarme como si fuera un primer borrador,

Y no pensar que sería más fácil solo borrar la historia,

Reescribirla de cero o empezar solo un nuevo proyecto

Quiero tener lo que no tengo o no haber tenido nunca

Lo que ya perdí y que intente en vano de recuperar

Quiero no tener que sea la última cada una de las gotas

Y que, en vez de desbordarse el vaso, este se rompa

Quiero arrancarme la piel, sin cambiarla por una nueva

Deshacerme junto con ella de todas las cosas que duelan

Que no quede nada

Ni huesos, ni carne, ni secuelas

Ni preguntas sin respuesta, ni cartas, ni ilusiones

Desaparecer todo hasta que no quede siquiera

Una lápida impersonal en la que dejar marchita rosas

Quiero (quisiera) dejar de querer tantas cosas.