miércoles, 21 de junio de 2017

La niña fantasma

La Hermandad, el programa sobre fenómenos paranormales de CHV, relató ayer, en una parte, el extraño caso de la niña fantasma del Bar la Playa. Según se cuenta, apareció en una fotografía del año 2001 tomada por Pablo Alarcón. Lo más intrigante de todo fue cuando el equipo experto bajó al sótano para comunicarse con la entidad mediante aparatos psicofónicos, en el mismo lugar donde se encontraron antaño sus restos mortales. En el lapso de unos minutos, la niña fantasma respondía a las preguntas del equipo. -¿Te quieres ir de aquí?-. -No-. -¿Eres feliz aquí?-. -Sí-. Allí donde se escondía la niña fantasma, el sótano del bar, casualmente se había lanzado un libro de poesía, hace ya casi ocho años. En otras ocasiones, se habían hecho peñas y una que otra tocata. Pero en ningún instante, se advertía siquiera una intuición de su presencia. No era la circunstancia propicia, a pesar de la oscuridad. El jolgorio de ocasión, la ebriedad, el ritmo desaforado, todo ocurría en el mismo sitio donde aquella niña mantuvo contacto con los comensales. Un alma que quizá, robando las palabras del señor Hugo Zepeda, no había podido todavía "pasar al otro plano", so pena de algo que la vincula con este mundo, y en particular, con el local, (un trauma, un recuerdo), o bien, por la confusión de este plano de realidad con el otro. Como sea, los relatos, su proliferación, su infinitud, pueden hacer hablar hasta a los muertos. "El universo es el esfuerzo de un fantasma por convertirse en realidad", decía Juan Luis Martínez, porque así como existen relatos del más acá, también pueden existir relatos del más allá, del más allá del plano formal del lenguaje y las leyes materiales, incluso coexistiendo en tensión o en completa integración, sino pregúntenle al escritor Néstor Flores Fica, que, a propósito, profundiza en este hecho paranormal con su novela El fantasma del Bar la Playa, la cual espero leer pronto, de modo que el puerto se reviste ahora, en sus días invernales, de una atmósfera de misterio y de opacidad, ya que la literatura también es, a su manera, un asunto de fantasmas.