lunes, 3 de octubre de 2016

El final de los tiempos.

Voy al Instituto para cobrar un cheque atrasado. El Viernes el coordinador había olvidado llevar la chequera para cancelar el sueldo del mes. A modo de compensación irónica, nos entregó a todos unas fotocopias sobre las profecías del fin de los tiempos. (Él, profesor de matemáticas, cree firmemente en esta clase de profecías). Una de ellas, la de Alan Martin, versa sobre una calamidad generalizada que colapsará la banca mundial. No se puede tener evidencia suficiente de la profecía, pero se aprecian signos decisivos de que la cuestión en términos económicos adquiere color de hormiga. Llegando al instituto, por ejemplo, resulta que el cheque no estaba, que llegaría más tarde. Imposible cobrarlo un día Lunes, a esta hora. La deuda se aplaza otro poco. El acuerdo pierde fe, por el simple hecho de que la realidad supera nuestro cálculo e interés. Entonces quedo a la espera. Regreso de vuelta atendiendo el llamado de rigor. A veces todo se resume en eso: en una llamada y una promesa. El fin de los tiempos no es otra cosa que nuestra vida vuelta un cheque a largo plazo, sin posibilidad de cobrarlo a tiempo. Una garantía, pero de todas maneras, un final.